La vicepresidenta segunda del Gobierno e impulsora de la plataforma ‘Sumar’, Yolanda Díaz, tiene previsto oficializar en un mes su próxima candidatura a las elecciones generales previstas para final de año, y definitivamente lo hará sin resolver su relación con Podemos, tal y como avanza hoy ABC.
Es decir, lo hará por libre, desmarcada del que actualmente sigue siendo su partido y su grupo parlamentario, y liberada de la larguísima sombra de Pablo Iglesias, que es quien sigue marcando los tiempos y las decisiones de Unidas Podemos por más que esté apartado de la primera línea política y finja lo contrario.
En realidad no se limita a ser solo un comentarista político radiofónico, o un conductor de programas en internet, o a su faceta de docente universitario. Esa es solo su coartada para seguir mandando, con Ione Belarra, Irene Montero o Lilith Verstrynge como simples convidadas de piedra en la formación. Además, es público y notorio que la relación entre Yolanda Díaz e Iglesias es irreconducible y que difícilmente podrán, y querrán, ceder para que en las generales haya una candidatura unitaria.
Ya que no puede liderar Podemos, porque no le dejan, el objetivo de Díaz no es quedar relegada a un segundo plano, claudicar ante Iglesias y perder foco propio, sino precisamente el contrario: suplantar a Podemos con otra marca y ejercer un liderazgo que nadie le discuta
Será la enésima ruptura interna en un partido que el propio Iglesias dejó hecho añicos hace ya muchos meses, y eso se visualizó de forma más severa cuando abandonó la vicepresidencia del Gobierno para encabezar su fracasada lista a la Comunidad de Madrid. No son solo discrepancias programáticas lo que les separa. Son también odios personales, una lucha de egos interminable y mucho rencor mutuo acumulado.
La candidatura de Díaz, que no concurrirá sin embargo a las municipales y autonómicas, es también una mala noticia para Pedro Sánchez. Supondría la consagración de tres alternativas políticas diferentes en un segmento de la izquierda casi idéntico.
Por un lado, Podemos y ‘Sumar’ vienen a representar lo mismo, por muchos aires de moderación que pretenda atribuirse Díaz; y por otro, Sánchez también ha adoptado muchas maneras podemitas en su forma de ejercer el poder, arrastrando al PSOE a ideas que él mismo rechazaba abiertamente cuando era candidato y ahora asume sin problemas.
Si a esas tres marcas electorales se sumaran en las urnas Más Madrid, Compromís y diversos partidos a los que Díaz querría atraer a sus propias listas, la macedonia de siglas complicaría mucho más que hoy la gobernabilidad a la izquierda.
De hecho, se invertiría lo ocurrido en anteriores comicios, cuando el PP, Vox y Ciudadanos se autobloqueaban muchos escaños del espacio del centro y la derecha, y recaían en la izquierda por la proporcionalidad propia de la Ley D´hont. A más dispersión de propuestas electorales, menos posibilidad de multiplicar escaños, y eso es precisamente lo que Sánchez querría evitar.
Nunca ha dejado de ser más que un mero rumor que Díaz puede terminar incorporándose a las listas del PSOE, y probablemente sería el mayor deseo de Sánchez como movimiento definitivo para restar influencia a Iglesias.
Sin embargo, la confirmación de que Díaz pretende encabezar su propio partido –no se atrevió a hacerlo en los comicios madrileños, castellano-leoneses y andaluces– intranquilizará a un PSOE de nuevo castigado por encuestas recientes.
Y lo que Sánchez tiene claro es que, con Díaz o sin ella, Podemos se presentará en todo caso, incluso si obtuviera un fracaso llamativo en las elecciones de mayo. A izquierda o derecha, la fractura siempre resta y penaliza.
ABC