Sobre la amnistía de políticos para los políticos delincuentes de Cataluña que están siendo condenados por los Tribunales, en efecto, se han expuesto todos los argumentos posibles. Están agotadas todas las explicaciones. Cualquier otro debate ya es una repetición y una vuelta, monocorde y pesada, sobre lo mismo. Aburre.
Y la cuestión, al margen de las simplificaciones y de las aberrantes defensas sectarias, en lo que a cada cual toda, se reduce a la determinación en última y final de amnistía a sí o no … o todo lo contrario.
Mientras que una mínima parte de la población se rebela contra esa amnistía ad hoc de políticos y para políticos, sorprende que los partidos políticos que también se oponen, no pasan de orientar la protesta también en la calle, pero no aportan ninguna guía para canalizar el rechazo y que pueda ser sostenible en el tiempo y alcanzar objetivos precisos.
Eso puede significar varias cosas.
-Que los partidos políticos que se oponen a la amnistía, en realidad, no controlan la calle o no están tan convenidos seriamente para oponerse con ‘todos los medios a su alcance’. Es la típica bravuconada inerme que, por su insuficiencia intrínseca, deriva al final a la extinción de la protesta. ¿Qué miedo hay para, en la realidad, acudir con todos los medios posibles?
-Y que quienes con más firmeza se expresan contra la amnistía de políticos para los políticos, esa masa anónima que sale a la calle frente a la sede del PSOE en Madrid, en la Calle Ferraz, están más allá del sistema de partidos políticos, incluso de quienes deberían de ser la expresión de esa oposición no tanto en los medios de comunicación e información de cartón piedra como en la materialización de una práctica que estructure la protesta para que tenga perspectiva y efectividad.
Sea cual sea la explicación, aunque se traten de protestas minoritarias y antes que se disuelvan por sí mismas no cabe duda que, en general, todos los ciudadanos españoles en su conciencia tienen una ‘opinión fundada’. Por tanto, estamos ante un excelente momento para que los más decididos de entre quienes se oponen a la amnistía se estructuren en un movimiento al modo de una idea fuerza, de diversas dimensiones y que penetre en todos los ámbitos, para derrocar la posición de los impulsores de la amnistía.
Vamos a elucubrar un poco.
Con la amnistía se ha alcanzado, en la teoría y en la práctica, el dominio absoluto del poder del sistema de los partidos políticos sobre las demás instancias y poderes del Estado. Ha sido un proceso que en las últimas décadas se ha acelerado y que pretende, en sus fines, una reconfiguración de la estructura y jerarquía de los poderes del dominio estatal.
Por tanto, lo que está en el centro de la cuestión ya no es la Constitución (desde hace décadas está decapitada) sino el simple desafío de los partidos políticos que promueven la amnistía (y de quienes se muestran ‘incapaces’ de neutralizarla, que en la práctica es lo mismo que su aceptación) contra la jerarquía e independencia (supuesta) de los restantes poderes del Estado.
Eso es lo que se dirime en este momento y punto de la línea irreversible del conflicto del sistema de partidos políticos con todos los demás poderes. No solo los que son propios del Estado, los públicos, aunque sea los primeros en reestructurarse, sino también con todos los poderes privados que pugnan en un sociedad compleja.
Por tanto, la cuestión es muy simple. No es suficiente rezar. No es suficiente protestar en la calle. No es suficiente ver el espectáculo obsceno de sexo duro en grupo del gobierno con sus aliados políticos de facto. Es necesario estructurar y dar forma, estratégica, a la protesta. Por eso el siguiente paso, que podría coordinar a todos quienes están en contra de la amnistía, sería reclamar un referéndum sobre la amnistía.
El objeto del referéndum sería una cuestión de interés general y nacional. Porque no es lógico que quienes vayan a ser sus únicos beneficiarios, con su voto en el Parlamento Español, puedan aprobar una ley que solo a ellos favorece y beneficia. Al fin y al cabo, se pretende cuestionar nada más y nada menos que el principio de igualdad en un Estado de Derecho o de excepcionarlo para unos pocos, lo que no lo hace menos pestilente y dañino.
Si se ha lanzado un reto, si los partidos políticos que son favorables a la amnistía quieren imponerse sobre el resto de los poderes de la sociedad, políticos o no, hay que estar a la altura del desafío. Hay que decirles y exigirles, pero también a quienes se oponen a la amnistía ‘con todos los medios posibles’ que, como la más alta expresión de democracia (¿?),se convoque un referéndum sobre la amnistía.
Los resultados posibles son cuatro: que saque más votos el sí o el no, que prevalezca la abstención o que los votos nulos superen al resto. Los dos primeros (el sí o el no) forman parte de la disyuntiva que se somete a votación pero las otras dos (por separado o acumuladas) serían expresión de negarse a participar.
¿Se atreverán los partidos políticos? No, en absoluto. Porque ya todo está cerrado y acordado. Lo que queda, en el tiempo y en el espacio mediático, no es más que contemplar el absurdo espectáculo pactado de cómo el hecho se convierte en derecho.
José Sierra Pama (ÑTV España )