Todavía hay quien se sorprende de la cantidad de europeos que, siguiendo la última consigna propagada por los medios del Sistema, consideran urgente el rearme de Europa para hacer frente a “la amenaza rusa”. ¡Lo extraño sería que “pensaran” de otro modo!

Por más que dicho peligro no exista y algunos, abusando de la flaca memoria del personal, hayan quedado en evidencia ¿O acaso muchos ciudadanos europeos no llevan varios años asumiendo y repitiendo la monserga de que “Rusia no es Europa”?

Como si la cultura rusa no tuviese nuestras mismas raíces –Grecia, Roma y Cristo– y se manifestase de forma similar en las artes y las ciencias. Como si Puschkin, Lermontov, Dostoyevski, Tolstoi, Gogol, Chejov, Turguénev, Andréiev, Bunin, Shiskin, Repin, Kramskói, Beklemishev, Antokolski, Averchenko, Chernishevski, Kropotkin, Garshin o Solzhenitsyn, entre otros, fueran extraterrestres o no significaran nada en la historia del continente. Como si Europa pudiese entenderse sin Rusia y viceversa.

Y, sin embargo, por más que nos pese, lo cierto es que hoy en día los escritores y artistas citados son completos extraños para millones de europeos, y que, proscrita en Europa la libertad de pensamiento en aras de un pensamiento único, cualquier patraña oficial es asimilada acrítica e instantáneamente por una gran parte de la población.

Ahora se trata de armarse hasta los dientes y, sin debate ni opción a réplica, la jefa de la Comisión Europea ha anunciado que se destinarán 800.000 millones de euros a este fin. De modo que aquéllos que impusieron el “Pacto Verde” y el “Pacto Migratorio”  por el artículo treintaitrés; que nos empobrecen con políticas inflacionarias; que hipotecan nuestro futuro endeudándonos; y que imponen una Agenda venenosa amparándose en la buena intención que presuntamente la anima; los mismos que en noviembre de 2024 –en la COP 29 celebrada en Bakú5– programaban un gasto de 300.000 millones anuales –extraídos del contribuyente– para salvar el planeta… son quienes ahora impulsan la industria militar y la compra de miles de tanques, cañones, misiles y aviones de combate, cabe suponer, “ecológicos y sostenibles”.

Todo esto, “naturalmente”, sin consultar a la ciudadanía, como en el resto de casos mencionados o anunciados; por ejemplo, la implantación del euro digital y la supresión del dinero físico. Que en eso de adoptar medidas, establecer disposiciones o adoptar leyes liberticidas sí son coherentes los paladines globalistas de la democracia liberal. Ahí está también, no lo olvidemos, la insistencia de la Comisión Europea y sus gobiernos lacayos en amordazar a los ciudadanos europeos bajo el subterfugio de “verificar” y “regular” las informaciones falsas.

También es verdad que no es ningún secreto que la Comisión Europea es cualquier cosa menos democrática, y desde su misma creación ha dado pruebas más que suficientes de su vocación totalitaria: ignorando la voluntad popular plasmada en los referendos contrarios a una Constitución Europea; atacando y sancionando a Polonia y Hungría por no acatar las políticas globalistas; protegiendo a gobiernos como el español, que ataca abiertamente la división de poderes; anulando las elecciones en Rumanía porque no gustaba el candidato vencedor; o adoctrinando a los niños en las escuelas con la matraca climática, la ideología de género y demás basura ideológica.

Claro que en el ámbito político local, en cada país de la Unión, la gran farsa de la democracia cada día es más evidente. Lo vemos en el gigantesco teatro del bipartidismo: dos grandes partidos aparentemente enfrentados, pero que votan coaligados en Europa, a menudo en contra de sus pueblos. O cuando se cambia la Constitución de un día para otro sin someterlo a referéndum. Pero también se aprecia en la cerrazón y el odio que anida en una población infantilizada, caprichosa y dependiente, dividida y enfrentada de forma intencionada y artificial por políticos corruptos.

Como puede comprobarse a diario, el éxito de la propaganda sólo requiere intensidad y alguna duración; no mucha. Porque millones de borregos no son capaces de unir los puntos ni tienen voluntad de hacerlo. ¡Qué rollo la Historia y la Literatura!, ¿verdad? Porque ya no es sólo no saber, sino no querer pensar. Que para eso está la escuela y los medios de comunicación y entretenimiento. Y no es casualidad que se hable muy poco del llamado “soft power” y de su enorme importancia en la “ingeniería social”. Precisamente, porque las series de televisión, la música, el cine, las ferias de arte o el teatro son herramientas de adoctrinamiento, embrutecimiento e intimidación.

La Gran Civilización que fue Europa se suicida mientras generaciones uniformadas, sin cultura y atados a un móvil lamentan la destrucción a cámara lenta de su amado y ridículo “estado del bienestar”.

Filípides (ÑTV España)

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Política,

Última Actualización: 01/04/2025

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