En Madrid no falta teatro, y menos cuando el guion lo escribe Pedro Sánchez. Mientras el Tribunal Supremo hojea con lupa los papeles que huelen a financiación irregular del PSOE, esos que se guardan en cajones con más secretos que la fórmula de la Coca-Cola, las calles se llenan de protestas bien aderezadas, casualmente alentadas por el propio presidente. ¿Casualidad? ¿O puro marketing político made in Ferraz para no permitir esas protestas contra la corrupción del gobierno?
El truco ya lo conocemos, cuando se avecina tormenta judicial, se prende fuego a la pradera de la polarización. ¡Funciona siempre! Unos salen a protestar por la patria, otros por la democracia, otros porque pasaban por allí y se apuntaron al espectáculo… y mientras tanto, la verdadera noticia se diluye como azúcar en café caliente, ya que los magistrados tienen más que un “pálpito” para pensar que las cuentas socialistas han pasado por talleres de maquillaje.
Sánchez, siempre maestro del humo, parece haberse doctorado en la técnica milenaria del “mira allí mientras yo corro aquí”. Se monta la bronca en la capital, se alientan banderas, consignas y pancartas, y de repente la conversación nacional ya no gira en torno a sobres sospechosos o a números imposibles en las finanzas de partido, sino a quién grita más fuerte en la calle. Una España dividida, pero entretenida y de paso le aguo el protagonismo a mi enemiga Ayuso.
La pregunta es obvia: ¿estamos ante una nueva cortina de humo para evitar el retrato incómodo que podría salir del Supremo? O mejor dicho, ¿cuántas cortinas quedan en la Moncloa antes de que no se vea ni la mesa del consejo de ministros?
Mientras tanto, el ciudadano de a pie, que no protesta pero paga, sigue preguntándose si no será que la política en España es como un teatro de variedades con mucha luz, mucho humo y siempre el mismo número de ilusionismo.
Salva Cerezo

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Política,

Última Actualización: 15/09/2025

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