En estos tiempos de cólera cualquier piernas se cree influyente y en particular algunos tontos del haba que se llaman a sí mismos “influencers”, como si el castellano no fuese una lengua universal con 93.000 palabras.

El síntoma de que el mundo está que hace aguas es la insoportable levedad de esos seres que dictan doctrina sobre cualquier asunto como sin hubieran superado la exigencia académica más elemental en alguna materia, y de la misma forma que los pantanos están en niveles mínimos de agua, el conocimiento y la inteligencia de los prescriptores de soplapolleces no alcanza la exigencia más elemental de un conocimiento contrastado. Pero no todo está perdido.

 Sotto voce regresa el tiempo de los filósofos, de los peripatéticos de la escuela de Aristóteles, de los hambrientos de sabiduría que escuchan en silencio a los viejos de la tribu porque respetan el conocimiento que da la experiencia. Esa minoría de gente que solo sabe que no sabe nada, es la verdadera esperanza de un mundo que va a sobrevivir al que hoy conocemos.

Los periódicos de cada día no han contado la noticia de su propio fracaso y su falta de credibilidad. No se reconocen a sí mismos y lo disimulan mal a pesar de que apenas tienen lectores y cada día se compran menos porque han sustituido su función crítica y su independencia por la subvención y el servilismo.

Tienen más opinadores a sueldo que periodistas en busca de la verdad o, al menos, lo más aproximado a la realidad. Se conforman con los sus fans irreductibles que se inyectan en vena cada mañana la dosis de la doctrina oficial, pero ustedes no me hagan caso y sigan con su dosis de dormilina.

A falta de venderse en los quioscos,  los periódicos ofrecen a un módico preciosus pantallazos de Internet con asuntos insustanciales y sucesos  nada influyentes,  sin darse cuenta de que el día que empezaron a parecerse a los programas basura de la televisión, se suicidaron.

A vuelta de la esquina el mundo real sigue girando y no le echa cuentas a los que volverán a ser nada cuando pierdan el escaño, el escenario y la clá.

La esperanza está en los que han dejado de hablar de la chusma y no le prestan atención a los delincuentes aforados, ni los citan por sus nombres.  

Ese día es posible que haya gente que niegue tres veces haberlos conocido. 

Diego Armario

 

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Humanidad,

Última Actualización: 05/09/2023

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