Está claro que en la próxima contienda electoral para el gobierno de España el papel de los líderes de los partidos políticos será más fundamental de lo que lo es normalmente. Así que es interesante reflexionar sobre qué tipo de capitanes son los que conducen sus huestes a la batalla de las urnas.

Escribió Arturo Barea en la segunda de sus obras autobiográficas titulada “La Ruta” de la trilogía “La forja de un rebelde” sobre una experiencia que vivió durante su servicio militar en el protectorado de Marruecos. Consistió en un episodio en el que cierto capitán “durante un ataque, había detenido a dos camilleros de la Legión que llevaban un herido, y había intentado, pretextando sentirse enfermo, que los camilleros dejaran al herido en el suelo y le cogieran a él en la camilla. Algunos oficiales del Tercio querían pegarle un tiro”.

Entonces al capitán le formaron un tribunal de honor y le expulsaron del ejército y Barea narra como cuando acudió a despedirse hecho una piltrafa y sin tener para pagar un plato de huevos fritos declaró: “Me han echado sin dejarme recoger mi equipaje.

Estos decentes señores me dijeron que era un ladrón y un cobarde, y que podía darme por contento que no me metían en la cárcel o me ponían contra la pared. Así, se han quedado con todo lo mío, hasta con la querida. Ahora está de puta en Xauen y los oficiales hacen cola para acostarse con ella.

¿Sabes? A veces creo que yo mismo soy mejor que todos ellos juntos. Dígase lo que se quiera, al fin y al cabo, yo he pagado bastante por todo lo malo que haya hecho; pero a ellos aún no les han pasado la cuenta”.

Aunque la perspectiva socialista (y casi comunista) de Barea acentúa el contexto antimilitar del asunto es interesante subrayar el aspecto psico-socio-político en el sentido de constatar como un líder puede ser arrojado a la ignominia  mientras que sus ayer compañeros, tan culpables como él en el contexto de la obra literaria, se libran de que “les pasen la cuenta”.

Eduardo Marquina narra en “En Flandes se ha puesto el sol” como un soldado de los Tercios cuando evoca el recuerdo de una mujer “Decidida en el andar, española en el triunfar, campesina en el cantar y en el recato casera” proclama que cuando la conoció “Nos regía un capitán, que venía malherido en el afán de la primera agonía; ¡señores, que capitán el capitán de aquel día!”.

Al contrario que el capitán anterior, este de Marquina no duda en arrostrar al enemigo en primera fila (recordemos que la fila delantera de un Tercio español escuadronado para la batalla era llamada la fila de los capitanes por obvia razón).

De los dos tipos extremos de capitanes tenemos ejemplos en el ruedo ibérico político actual.

Manuel Pardo Ruiz-Bazán (ÑTV España)

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Última Actualización: 13/06/2024

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