Son cinco años. Con un poco de perspectiva histórica, los resultados del 28M pueden considerarse un juicio provisional de los ciudadanos a la etapa que comenzó el PSOE el 1 de junio de 2018, día en el que Pedro Sánchez ganó la moción de censura planteada contra Mariano Rajoy.
Las elecciones generales convocadas para el 23 de julio harán, sin duda, y porque así lo ha planteado de nuevo el propio presidente, el balance definitivo a la experiencia de un gobierno de coalición que ha finalizado su mandato con una actitud absolutamente radicalizada y divisiva de la sociedad española.
Sánchez llegó a La Moncloa de la mano de la corrupción que azotó al Partido Popular, aunque el detonante fuera una sencilla pero intencionada frase injertada en la sentencia del caso Gürtel.
Aquel mensaje que lanzó Sánchez de redención frente a la corrupción allanó socialmente al líder socialista, quien se estrenó en La Moncloa con el llamado «gobierno bonito» para no asustar, y al principio lo consiguió a los sectores moderados. Vinieron luego las promesas de no pactar con los independentistas, ni con Bildu; y la solemne confesión de que tener a Pablo Iglesias en el gobierno le habría quitado el sueño.
En noviembre de 2019, independentistas, Bildu e Iglesias estuvieron en la ecuación que dio a Sánchez la investidura, con el menor número de diputados que ha tenido nunca un presidente de Gobierno. Palabra de Sánchez.
En este camino, muchos se han quedado fuera, empezando por Ciudadanos, un partido que pasó de la nada al todo para volver a la nada, por errores de táctica y estrategia; y siguiendo por Podemos, que ahora lucha por sobrevivir a la deslealtad de Sánchez y a la presión de Yolanda Díaz para extinguirlo.
De la coalición de gobierno y de la coalición de investidura queda poco, y de lo poco que queda, el PSOE busca hacer espejismos, fingiendo distancias con EH Bildu y hasta devolviendo el castellano en Baleares a las pruebas de la selectividad.
Sin embargo, el peor balance de este ciclo que arrancó con la censura a Mariano Rajoy es el de la relación del PSOE con la realidad de España. Una relación basada en el profundo desconocimiento de los sentimientos de los ciudadanos españoles, que el 28M demostraron que, por ejemplo, les importa más un país libre de ‘abertzales’ e independentistas en la «dirección del Estado», que las promesas sin valor del presidente del Gobierno.
Puede que tenga razón Yolanda Díaz cuando afirma que «España nos está esperando», pero es probable que los españoles no les estén esperando para darles su voto, sino para dar carpetazo a este lustro de tanta promesa incumplida, de tanta división social y de tanto extremismo político.
ABC