La Historia muestra múltiples ejemplos de lo que sucede a gente como Pedro Sánchez cuando uno cree estar por encima del bien y del mal.
Existe una especie de lección estandarizada que llama la atención en la paradoja y que conmueve con el resultado de un final trágico para cuantos creen vivir confiados en el abuso y la vida fácil conculcando el equilibrio moral. Con estos antecedentes de vidas truncadas no sería de extrañar que Pedro Sánchez acabara del mismo modo que otros antes confiados sátrapas, siendo el actual inquilino-okupa de La Moncloa un tirano diferente a los demás.
Pedro Sánchez resulta ser el único tirano en la historia universal que pretende eternizarse como jefe de estado-el asalto a la Corona se firmó junto a la ley de la amnistía- sin anteceder circunstancias complejas, guerras, o conflictos donde merecer, al menos, la llegada al poder.
Es un amoral, un sinvergüenza, un caradura y un delincuente común que por sus deficiencias morales ha traspasado todas la líneas rojas del juego limpio político en tiempos de paz. Es una anomalía humana, un desperdicio de la supuesta conciencia, un baluarte de maldad erigido por la falacia, la mentira, la prostitución de los valores y la aberración de un personalismo patológico.
Siendo un singular efecto de tiranía por la imposición de la malignidad, habría que recordar que otros tiranos con méritos para llegar al poder en singulares circunstancias, ya fuese también por línea dinástica, acabaron sus días linchados por la Historia.
El destino del marrullero monclovita está escrito en la tragedia y es tan proporcional a la siembra de la cizaña que acabará atragantándose a puñados en la garganta hasta la asfixia. La encrucijada de este radical aprieto, la supervivencia de todo un país, provocado por Pedro Sánchez era previsible cuanto más quedaba al descubierto la carrera criminal que un sectario juez de Prada le facilitó para encaramarse a la presidencia del gobierno de una España que fue a dinamitar por método de implosión.
Las intenciones eran estratégicamente ocultadas hasta desembocar en este momento de crucial supervivencia en que el Estado de derecho está obligado a plantar cara a un delincuente que ha echado el resto para que sus caprichosas codicias se alimenten vorazmente de un país subyugado en seis años por la escoria, la barredura reflotada hasta los niveles de un poder pretendidamente omnímodo.
Sin camuflajes, con los pasos agigantados, sin las máscaras de la hipocresía siendo la hipocresía la cara desenmascarada, la propia jeta de Pedro Sánchez representa a un enemigo histórico de una España aletargada que estará obligada a emerger de sus complacientes cobardías y necia comodidad.
ÑTV España)