¿Es pronto para decirlo todavía después de todo lo padecido? No cabe otro destino del criminal de La Moncloa que dar cuentas de sus maniobras delictivas al frente del Gobierno de España. Ni presunto ni posible, sino asertivamente, estamos ante un delincuente que ha usado al Estado por intervencionismo torticero para sus propios fines y con ellos servir a una camarilla de criminales que han convertido a España en un territorio comanche, como ya se hiciera durante 40 años de corrupción socialista en Andalucía.
Si la intención era similar, el exceso de corrupción, la chulería de echar el resto ha sido en comparación con el conjunto corrupto del PSOE en democracia, descomunal. Y poco sabemos todavía del verdadero entramado.
No se necesitan más pruebas de la corrupción originada desde Pedro Sánchez, sí escarbar para conocer la verdadera dimensión de su putridez moral. Ni uno solo de los ministros está exento de sospecha de corrupción, ni siquiera los destituidos como Salvador Illa que sirvieron al propósito totalitario de Sánchez desde que aprovecharon la pandemia para ejecutar un plan de prostitución al máximo nivel de todos los estamentos e instituciones que son vitales para sostener al Estado de Derecho.
Si cuatro años después descubrimos una corrupción que afecta al PSOE en pleno con la especulación de las mascarillas, ¿ qué no se habrá robado desde entonces? No nos extrañe que un plan tan acusado de criminalidad gubernamental conllevara el ataque y derribo contra la Jefatura del Estado, borrando además las huellas del delito con una justicia afín al desmantelamiento de la democracia, con especial hincapié en la coerción contra los jueces y el objetivo de desintegrar la separación de poderes con malabarismos legales, usando en propio beneficio las lagunas de la Constitución para arraigar una corrupción durante cinco años impune y con inequívoco origen en La Moncloa. ¿Entendemos ahora la hostilidad contra todo lo que representaba estabilidad y consenso?
La responsabilidad criminal de Pedro Sánchez ha sido ocultada mediante la compra de voluntades con dilapidación multimillonaria de los recursos públicos que probablemente sean pecata minuta ante el entramado de corrupción moral que se inició con el oportunismo desplegado durante la pandemia, que además se complementó con dos confinamientos ilegales propicios al oscurantismo para establecer sin testigos una estructura de mafia estatal que se ha desplegado desde entonces con sospechas, inclusive, de que Pedro Sánchez ha incurrido en la alta traición.
Así, los movimientos en la superficie que han escandalizado por sus tejemanejes con Marruecos o la complacencia por acelerar el proceso de desintegración territorial al capricho del independentismo generalizado, obedecen a la huida hacia adelante que Sánchez pretende para esconder los trapos sucios acumulados, blanquear el océano de inmundicia en el que ha buceado sin escrúpulos.
La entrada del comunismo radical en el gobierno a raíz del Delcygate es sólo una de las cuestiones añadidas a esta cadena de corrupción que presume ser ilimitada con un José Luis Ábalos ¿dispuesto a morir matando a su exjefe de filas?
La demonización de la oposición, de la ciudadanía que puede denunciar sus tejemanejes, el despertar de odios guerracivilistas, la coacción, la amenaza y la ocultación. Una carrera criminal iniciada en el 2018 de la que ahora asoma una punta del iceberg con el caso de las mascarillas; sospechas crecientes y generalizadas de que nos encontramos ante el mero asomo de una masa delictiva que sólo cuando atemos los cabos sueltos de las actuaciones radicales para encubrirlas, nos harán comprender el calibre de criminalidad de quien ha destruido España con el propósito de saquearla de modo sectario.
Por no hablar de las implicaciones de Santos Cerdán con la trama de corrupción, facilitador de las negociaciones de independencia para mantener a Sánchez en La Moncloa. ¿De verdad somos conscientes de quién está todavía al mando de una España entregada a sus enemigos?
Llegados a este punto en que se descubre la ignominiosa razón de ser del sanchismo, debería contemplarse el momento actual como un punto de inflexión para examinar la conciencia de España.
La sociedad civil, Las Fuerzas de Seguridad del Estado, los garantes del Estado de Derecho y hasta la Jefatura del Estado han de tomar consciencia de que ante los hechos constatados y que se desparraman sin contención después de la acumulación de corrupción que ha puesto en riesgo la propia supervivencia de España, urge una reacción solidaria frente al mal identificado que es Pedro Sánchez.
Del gerontocidio por sedación letal que practicaron contra nuestros padres y decenas de miles de personas, hablaremos en otra ocasión.
ÑTV España