¿Nos escandalizamos de la intención de conceder la amnistía a delincuentes por intereses personales de Pedro Sánchez? ¿Aceptamos que el terrorismo esté representado en el Congreso? No somos conscientes de las aberraciones practicadas en cadena desde el 2004. A punto de prescribir el 11-M no nos escandalizamos de que Zapatero salga de rositas.

Detrás de esas cejas enarcadas está un cerebro que sabe más de lo que imaginamos sobre la matanza y las manipulaciones sociales que le llevaron a La Moncloa. Lo callará y se lo llevará a la tumba donde se revolverá con la perspectiva eterna del terror. El problema no es lo que calla el miserable Zapatero sino la España conformista ante los horrores y las complacencias institucionales.

Resulta escandaloso el silencio, quizá por temor y comodidad aunados, que da conformidad a cuantos hechos han marcado un declive agónico de la proyección institucional pútridamente intervenida. La democracia española transmitió los valores  de la voluntad popular, hasta que las urnas se convirtieron en la mayor justificación para atacar a la democracia desde sí misma. No fue así en principio, antes de que algunos usaran la debilidad de lo democrático para ensanchar una brecha de disensión calculadamente instigada desde las sombras.

En esos inicios, ya lejanos en el tiempo como en la intención, la política parecía un instrumento de servicio para el pueblo por mor de una vinculación de objetivos, aglutinando la diversidad constructiva de la rosa de los vientos ideológica.

Sin embargo, la democracia no sólo trajo la libertad sino también, a tenor de los hechos acaecidos que han quedado reducidos a misterios, incluso históricamente sin resolución, la oportunidad de aprovechar un régimen de libertades para pergeñar proyectos secretamente constituidos a espaldas de lo plural. Sólo así se explica la existencia de un oscurantismo repetido que ha caracterizado nuestro proceso constituyente.

No por mucha iteración en la denuncia podemos alcanzar a vislumbrar el calibre del perjuicio que ha repercutido contra la ciudadanía hechos como la intentona golpista del 23 F; el otro 23 F de la expropiación delictiva, a todas luces, de Rumasa encubierta durante cuarenta años y ante todo la masacre del 11-M. Sólo sabe Dios y Rubalcaba lo que se llevó el intrigante a la tumba.

El devenir de esos acontecimientos muy seguramente fue precedido por una lucubración en despachos influyentes, para trasladarla a la acción y reacción de una ciudadanía muy dependiente de poderes decisorios que antecedían a los manipulados decretos del pueblo que en apariencia era dueño de su destino ante la convicción electora.

La realidad, basada en una sospecha imperante e incrementada, es que España ha vivido en un letargo condicionada por directrices ajenas del conocimiento de la res pública y del sufragio universal, tramposamente influida por arbitrariedades al margen del beneficio generalizado.

Nada es casualidad ; lo sabemos fruto de la observación de los radicales cambios que, dada la profundidad insondable de sus consecuencias, no pueden adivinarse accidentales sin el impulso de intenciones con propósitos muy concretos y omitidos en el balance de lo aparente.

Estas últimas décadas no hemos asistido a una contienda de ideas sino a un experimento de ventajista proyección con carácter pancista y secretamente realizado. La diversidad ideológica permanece en un fondo desconocido de ensayo político que se oculta en sus vertientes causales más allá de la percepción o la proyección histórica de la Transición, ahora en un lapso de caducidad que lejos de ser causal ha sido de continuo provocado.

Obviando la evidencia de las sospechas sobre la intencionalidad del momento político, estamos a merced de estas delirantes ambiciones, surgidas de las sombras de la planificación oscurantista, que plantean sin miramientos la irrupción de regímenes basados en el totalitarismo y la exclusión de carácter sectario sobre conceptos políticos que han resultado fracasos subyugando a otros países demolidos mediante un populismo amenazante ahora en España.

Y todo esto llega del propósito criminal de Zapatero ahora al servicio de los que impulsaron y sufragaron el declive bolivariano para esta España desconcertada y en breve quebrada desde su ya putrefacto interior institucional. Un pacto por la destrucción de una España dormida, dispuesta a no despertar de su próximo sueño eterno.

Ignacio Fernández Candela (ÑTV España)

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 13/06/2024

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