
Tengo un amigo que pasa por rachas del up and down cuando se enfrenta a situaciones que no entiende, y como sabe que soy una persona que no siente ni frío ni calor cuando el capricho sustituye al rigor y el repente a lo reflexivo, me ha pedido consejo. El pobre esta jodido y desorientado y no duda en desahogarse conmigo porque sabe que sé encontrar una respuesta cuando la suerte es esquiva.
Un día cometí el error de decirle que había forjado mi mente en el autocontrol del riesgo cuando hice un curso de paracaidismo en Alcantarilla (Murcia) donde me entrenaron para esquivar las rachas de viento y ser capaz de posarme en tierra firme. El problema está en que se lo creyó
Su angustia provienen de sus dudas, y su inseguridad del miedo a no ser comprendido, a la presión del qué dirán o dirá, a la maldita corrección política, a la angustia a ser malinterpretado, e incluso a la reacción a sus propios pensamientos si se atreve a expresarlos en público. Un verdadero desastre porque con ese carajal no hay manera de ir por la vida con vocación de tenerse estima.
Está harto de ser amable y de disculparme con complejo de una culpabilidad inexistente. De hacer alternativamente el papel de insensible o déspota. De depender de la aprobación de los demás. De ser rehén de los estados de ánimos, y de haber entregado, no sabe a quién, su libertad para ser autónomo, sin tener que pagas ninguna cuota. De hecho, la imagen que tengo de él es la de un pagafantas que escucha y no habla, le reprochan y no replica, se entristece y a nadie le importa.
Se me ha ocurrido varias soluciones y se las he ofrecido para que salga de ese laberinto, porque no era así cuando le conocí hace años y aunque por entonces no era el rey del mambo, se parecía mucho a él.
Cuando le he contado que iba a escribir esto se ha apresurado a pedirme que lo haga con discreción y por eso mantengo su anonimato. Pero le he recomendado que se quiera más a sí mismo , que se libere de sus deudas y que salga más a la calle para encontrarse con el mundo y la gente real.
Espero que le valga mi consejo
Diego Armario