Un estado solamente puede ser bueno cuando los gobernantes son buenos.
Esto, que parece de «perogrullo», no se pone en práctica y así nos va.
El estado está gestionado por los gobernantes y estos son legitimados a través de los gobernados.
Para ello las elecciones como método de legitimación.
Es necesario que los candidatos a dicho gobierno convenzan a los gobernados de que su gestión traerá prosperidad al país.
Cuando una mayoría se fía de la palabra de esos candidatos a gestores (gobernadores), es cuando estos se hacen con el poder y lo ejercen.
¿Cómo conocen los gobernados a sus futuros gobernantes?
Mediante y a través de los medios de comunicación que son quienes informan – o deberían – de sus intenciones, opiniones y moral.
¿Qué sucede si estos candidatos a gobernantes mienten y no son honestos ni decentes? ¿Qué sucede si no cumplen con lo prometido?
Si los gobernantes llegan al poder con mentiras o engañan a los que los han legitimado, obviamente dejan de ser legítimos automáticamente.
La condena por mentir a una gran mayoría de ciudadanos confiados y bobalicones no debería ser la misma que la de mentir a tu mujer, por ejemplo, ya que su responsabilidad es para con todo un país y con las generaciones futuras.
Así mismo, las consecuencias pueden ser nefastas e irreparables y para muestra un botón: La deuda pública en España ha crecido en el primer trimestre de 2023 en 32.761 millones de euros y se sitúa en 1.535.262 millones.
Esta cifra supone que la deuda alcanzó el 113% del PIB en España. Según Roberto Centeno (economista), los golfos palurdos que ocupan hoy la satrapía, consiguieron que los salarios de los españoles perdieron el año pasado, el mayor poder adquisitivo de todo occidente, – 5,6% (el 12 o el 14% con respecto a la cesta de la compra). El mismo Roberto Centeno, afirma que la deuda externa supera el 140% del PIB.
¿Acaso un gobernante – y su séquito de maleantes –  que miente a todo un país, no debería ser juzgado por alta traición?
¿Y la mass media que hace? ¿Qué sucede si ellos – a sabiendas – mienten y mediante dicho engaño, facilitan que los traidores gobernantes lleguen al poder?
Como en derecho romano se decía, «Causa causae est causa causati.» «Quien es causa de la causa, es causante del mal causado», por lo tanto, tienen la misma responsabilidad y son efectivamente cómplices de semejante traición.
Todo esto que a cualquiera le debería parecer lógico y coherente, resulta que no es así ni de lejos.
Cualquiera entiende que los candidatos a gobernar mienten más que hablan y que los propios gobernantes son unos mentirosos compulsivos sin responsabilidad alguna por sus actos.
Así pues, la legitimidad del gobierno es inexistente «per se» y los primeros que les deberían exigir responsabilidades deberían ser sus previamente «legitimadores», que son los que han sido timados como cebollinos alelados con total impunidad.
Y es que hay muchos viviendo de este enorme pufo, mientras la población quiere creer que vivimos en un estado de derecho. Los telepredicadores desde sus púlpitos y los propagandistas desde sus «hojas parroquiales» patrocinadas, son los encargados de que el descomunal engaño no se perciba y perdure.
Y es que todo el sistema está podrido, ya que la mayoría es cómplice del caos, de la negligencia, del continuo saqueo y del empobrecimiento material, moral y psicológico de casi todos los componentes de la nación.
Por si no fuera poco, además todos ellos son los responsables de destruir la economía de la manera más irresponsable, de crear un desempleo abismal, una tensión social aberrante, un trastorno psicológico preocupante y para más «inri», una invasión extranjera, un índice de natalidad casi nulo, y una generación futura tan abyecta como grotesca e inútil.
Y todo aderezado con un continuo saqueo de las arcas públicas de la manera más obsesiva y descarada. Como si de pantagruélicos y voraces gigantes bebes de apetito insaciable se tratará, que se atragantan zafiamente mientras devoran las monedas de oro, como si estuvieran rellenas de delicioso chocolate con avellanas.
Pero la gente que está bien enseñada para ser como perritos de circo, sigue embobada mirando la televisión y a los payasos que los manipulan y secuestran a diario.
Y hay muchos que los siguen votando. A ellos y a sus cómplices secesionistas que no esconden su voluntad de fracturar España, o sea, de destruir el propio estado. Y sus otros secuaces, los «anal-fabetas» feministas y su ejército de «liliths» de pelo azul que se ponen también moradas en la bacanal.
Y están los otros, los del lacito azul con el «cuasimodo» de una aldea gallega a la cabeza, que no sirve ni para ver quién viene. Y «sumar» y pro-gre-seguir.
Es una tragicomedia de la cual es difícil salir con tanto inútil, aborregado y deficiente intelectual en nuestra querida y destartalada España. Más que doler – como decía Unamuno -, nos deja boquiabiertos ante la cantidad de enanos mentales que habitan en este liliput patrio.
Yo no entiendo como aun el país funciona. Si pusieras al mando un grupito de párvulos comandado por un niño de siete años mínimamente avispado, estoy seguro de que todo iría muchísimo mejor. Pero no, siguen la banda de antontonio y sus piojosas vulpes.
Están estos, y sus palmeros. Y los payasos de la tele, y los gañanes que los aplauden, y los mequetrefes que no dicen nada, y los tuercebotas que obedecen, y las marujas y bujarras que legitiman la decadencia más absoluta y el desguace y venta de lo que antes fue un orgulloso imperio.
¿Tiene remedio semejante drama apocalíptico?
No es por ser negativo, pero hay una gran parte de España que ciertamente no es capaz de usar el cerebro para nada más que lo básico y así es imposible que esta esperpéntica situación sea resuelta. Quizás, si las dosis del doctor bacterio hicieran su efecto planificado con rapidez, tendríamos una esperanza por neutralizar el síndrome de Estocolmo que secuestra a los españoles.
Patxi Balagna Ciganda (ÑTV España)

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Última Actualización: 13/06/2024

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