Tras sus pésimos resultados en las elecciones generales de 2019 Pedro Sánchez dedicó todos sus esfuerzos a obtener la presidencia del Gobierno de España, aunque ello supusiera incumplir todas y cada una de sus promesas preelectorales.
En consecuencia, con la falta de escrúpulos que le caracteriza, P. Sánchez pactó con comunistas, golpistas y filoterroristas, conformándose así un nuevo Frente Popular que habría de regir los destinos de la nación española a lo largo de la legislatura que este año concluye. Como no podía ser de otra forma, ya que de la mala hierba nada bueno se puede esperar, las consecuencias derivadas de la actuación de este Gobierno Frankenstein han sido funestas para los españoles.
Igualmente, los pactos de Pedro Sánchez tanto con el independentismo catalán -supremacista y golpista- como con el separatismo vasco -racista y terrorista- ha tenido nefastas consecuencias para la convivencia ciudadana y el desarrollo de las siempre necesarias políticas de ámbito nacional, al perpetrarse desde la más absoluta impunidad un ataque sin precedentes a la unidad de la nación española, vulnerándose así el pacto constitucional suscrito por la inmensa mayoría de los españoles.
Por lo que respecta al pacto entre socialcomunistas e independentistas catalanes, hemos podido comprobar como P. Sánchez ha cumplido sumisamente con todas y cada una de las demandas de ERC, de tal forma que el Gobierno socialcomunista ha concedido el indulto a los líderes políticos golpistas, ha eliminado del Código Penal el delito de sedición a la vez que rebajaba las penas para el delito de malversación de caudales públicos y ha permitido que se elimine el español como lengua vehicular en las escuelas catalanas, dejando con todo ello allanado el camino para una nueva intentona sediciosa.
Con la falsedad que le caracteriza, según P. Sánchez con todas estas medidas se ha conseguido normalizar la relación entere el Estado español y la Generalidad catalana, cuando la realidad es que el propio presidente catalán, Pere Aragonés, ha anunciado a bombo y platillo la celebración en un breve lapso de tiempo de un nuevo referéndum de autodeterminación, lo cual para nada sugiere que efectivamente se haya llegado a un entente cordial entre el Estado español y las fuerzas políticas independentistas.
En relación al pacto entre socialcomunistas y separatistas vascos, cabe decir que la subordinación del Gobierno de P. Sánchez a las exigencias de un filoterrorista como Arnaldo Otegi ha sido la nota predominante de esta ignominiosa relación, caracterizada por la búsqueda de apoyo parlamentario por los unos y el blanqueamiento del terrorismo abertzale por los otros.
Así, hemos podido ver de cómo se trasladaba a todos los presos etarras a las cárceles vascas para la obtención de beneficios penitenciarios, como se permitían los actos callejeros de exaltación del terrorismo, como se aceptaba la puesta en marcha de un proceso de inmersión lingüística y, en el colmo de la ruindad, hemos escuchado a P. Sánchez mostrar sus condolencias al entramado abertzale por el suicidio en la cárcel de Martutene del terrorista Igor González Sola.
Como contrapartida, en una clara demostración de que con las bestias sanguinarias solo cabe acabar con ellas, Bildu ha respondido al servilismo de P. Sánchez incluyendo en sus listas electorales a 44 condenados por pertenencia a ETA, ninguno de los cuales ha manifestado el más mínimo arrepentimiento por sus actos terroristas.
Pues bien, frente a tamaña perversidad no por esperado deja de ser deleznable el que no haya habido ni el más mínimo reproche por parte del psicópata ávido de poder que tenemos al frente del Gobierno de España, demostrando así que su bajeza moral no admite límite alguno.
Ante tan deplorable escenario el nuevo Frente Popular ha encontrado en la Ley de Memoria Democrática su “bálsamo de Fierabrás”, ya que, apelando no a la racionalidad sino al sentimentalismo, se impone de manera absolutamente dictatorial un relato maniqueo y falsario en virtud del cual todo partido de derechas es esencialmente fascista, mientras que todo partido de izquierdas o independentista es progresista, logrando así aglutinar -ya sea por ignorancia, por necedad o por intereses espurios- a cierta parte de la ciudadanía.
Son muchos los politólogos que han señalado que ello supone “reabrir viejas heridas” lo cual no deja de ser otra cosa que un eufemismo, ya que lo que subyace en dicho sintagma es la pervivencia de una estructura política caracterizada por la aceptación tácita de una dicotomía basada en el ensalzamiento de la izquierda y la estigmatización de la derecha.
En consecuencia, en España no es ya que se estén reabriendo viejas heridas, sino que lo que realmente se está produciendo es una encarnizada batalla ideológica en la que se enfrentan dos proyectos políticos: por un lado, un proyecto socialcomunista, basado en la destrucción de la unidad e identidad histórica y moral de la nación española y la instauración de una república confederal de carácter bolivariano, y, por otro lado, un proyecto liberal-conservador, que apuesta por la unidad de España y la preservación de su historia, principios y valores. Inmersos en esta encrucijada ha llegado la hora de que los españoles decidamos cual de ambos modelos merece nuestra confianza, para de esta forma marcar la senda de nuestro destino. “Alea iacta est”.
Rafael García Alonso (ÑTV España)