
¡ FRANCO, FRANCO, FRANCO !
Los más viejos del lugar recordarán hasta la melodía que acompañaba al nombre repetido rítmicamente, al paso de la comitiva.
Pedro Sánchez y los alborotadores de Podemos han declarado de nuevo la guerra civil del 36. Y cavan trincheras cada vez más numerosas y profundas: ley de memoria histórica, Valle de los Caídos, odio, lenguaje que divide y enfrenta (“fachas”), hispanofobia, anticlericalismo.
Y Franco, siempre Franco.
El PSOE, sus socios políticos y sus periódicos han conseguido el milagro: el Generalísimo está hoy más vivo que en 1974. Es la coartada de la que se valen para gritar a pleno pulmón: ¡abajo España!
Quienes vivimos el franquismo, sabemos bien y por experiencia propia, personal, que en aquella España de Franco no había mucha menos libertad que en la España de Psánchez-Piglesias.
Por ejemplo, la comparación que acabo de hacer en el párrafo precedente sobre la libertad bajo el franquismo está prohibida en la España de PSOE + Podemos + nacionalistas + etarras.
Por escribir esas 20 palabras puedo ser denunciado y multado en aplicación de la ley de memoria histórica.
De modo que en la España democrática nos encontramos con leyes de vigilancia y control ideológico, que no otra cosa es toda la legislación amparada en la denominación “memoria histórica”. Así que no nos vengan con pendejadas antifranquistas.
Y a los falsos antifranquistas de hoy, los Psánchez y los Piglesias, convendría aclararles que militar en el antifranquismo durante el franquismo era exactamente lo mismo que militar hoy en el combate ideológico frente a la izquierda social-podemita. Porque la peor cara del franquismo, la del recorte de libertades, habita hoy en Ferraz, en Moncloa y en la sede de Podemos.
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