El Gobierno de Pedro Sánchez ha incorporado la negociación con Carles Puigdemont a la ocupada agenda de José Luis Rodríguez Zapatero, que siempre demuestra estar en el lado equivocado. Por lo visto, las gestiones del mediador internacional y del fiel escudero Santos Cerdán no han dado los resultados apetecidos por Sánchez para asegurar los votos de Junts a los Presupuestos Generales de 2025.

Este objetivo es considerado por el Gobierno como la llave para agotar la legislatura y despejar las sombras de un adelanto electoral. Es evidente que Puigdemont no se fía de Pedro Sánchez y considera irrelevante a Santos Cerdán.

La amnistía está encallada y el cupo catalán es un laberinto para los socialistas. La irrupción de Rodríguez Zapatero, quien ya se habría reunido con Puigdemont en Suiza, mide la gravedad de la situación política del Gobierno, porque es poner al frente de la negociación a un expresidente acreditado en las peores negociaciones que se han practicado en la democracia. Además, si alguien puede inspirar confianza a un separatista es Rodríguez Zapatero.

Fue él quien alentó el Estatuto soberanista de 2006 con aquello de que «aceptaré lo que apruebe el Parlament». Y fue él quien impulsó el Pacto del Tinell entre el PSC de Pasqual Maragall y la ERC de Carod Rovira; pacto convertido en un ‘cinturón’ antidemocrático contra el Partido Popular. Si Zapatero entra en juego, es que Sánchez está dispuesto a aceptar lo que sea con tal de amarrar los votos de Junts.

Esta nueva encomienda negociadora al expresidente socialista encaja en su perfil histórico, porque su especialidad es negociar con lo más detestable del concierto nacional e internacional. Fue el expresidente socialista quien promovió la negociación con ETA mientras aún estaba vigente el pacto entre PP y PSOE contra el terrorismo y con la única finalidad de facilitarle a la izquierda un socio a largo plazo, que es en lo que se ha convertido EH Bildu.

Es Rodríguez Zapatero quien se encarga de despejar Venezuela de opositores al régimen dictatorial de Nicolás Maduro, facilitando las salidas ‘humanitarias’ de los demócratas, mientras garantiza que se queden los represores. El verdadero servicio a la democracia lo prestará Rodríguez Zapatero cuando ponga billete de vuelta a Caracas en las manos de Edmundo González, de Antonio Ledezma o de Leopoldo López.

Ahora le llega a Rodríguez Zapatero el encargo de negociar con Puigdemont, el prófugo procesado por malversación de caudales públicos. Mientras el Gobierno de Sánchez llena el debate público de acusaciones de corrupción, sin que haya siquiera un auto de imputación en algunos casos, manda corriendo a Rodríguez Zapatero para que negocie en el extranjero, de tú a tú, con una persona que tiene órdenes de detención emitidas por el Tribunal Supremo. Es evidente que una vez que se negocia políticamente con ETA o se presta servicio a personajes como Nicolás Maduro, cualquier interlocutor es admisible.

Lo que procede, en aras de la transparencia y de la regeneración democrática que tanto predica el Gobierno, es que Pedro Sánchez explique con luz y taquígrafos qué mandato tiene Zapatero y qué va a negociar, en nombre de quién y a cambio de qué. Y, por supuesto, quién va a sufragar los gastos de su intervención, que no es mediadora, porque Rodríguez Zapatero es parte interesada en el acuerdo con Junts.

El proyecto político del expresidente socialista siempre fue, precisamente, crear un bloque formado por nacionalismos –aunque sean conservadores– y partidos de izquierdas, cuya única razón de ser es que el PP no vuelva a gobernar en España. Los ladrillos del muro de Sánchez.

ABC

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Última Actualización: 24/10/2024

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