No sé si lo que llaman «inteligencia artificial» es un camelo, pero a mí me suena al timo de la estampita. Ciertamente soy un osado por atreverme a reflexionar, al menos desde un punto de vista conceptual y literario, sobre una afirmación convertida en certeza política universal que dice que el ser humano ha dejado de ser el rey de la naturaleza porque las máquinas ya le han sustituido en ese pódium.
La inteligencia no es el instinto que desarrollamos los animales para sobrevivir y aprender pautas de conducta y por más que se juegue con las palabras para vestir o desnudar conceptos, la inteligencia no es ni será nunca artificial salvo que aceptemos que la robótica ha sustituido la naturaleza.
Baso mi tesis en el axioma de que si es artificial no tiene autonomía intelectual para pensar y en ese supuesto no es inteligente porque carece de libertad. No basta con el conocimiento acumulado en una inacabable base de datos para deducir que el hombre ha sido sustituido por la máquina o que la ciencia es autónoma.
Las maquinas acumulan más sabiduría que cualquier ser humano a lo largo de su vida, pero el hombre tiene la ventaja de comportarse como un filósofo amante de la cercanía de la verdad …y la maquina no. La filosofía no es una ciencia exacta, pero sí un relato creíble de la vida real en la que intervienen los sentimientos, la memoria, las pasiones y el sentido crítico del hombre o la mujer que busca comprender lo que sucede en el mundo.
Dicho esto, y sin alejarme del ámbito filosófico y literario en el que me encuentro, no confundo la inteligencia de los seres humanos individualmente, con la inteligencia histórica de la humanidad, que no pocas veces ha dejado mucho que desear, y añado que en este momento estamos bajo mínimos porque la artificialidad de los avances tecnológicos ha disminuido el esfuerzo por aprender y es urgente que regresemos al añorado vicio de pensar y dudar.
La humanidad como concepto genérico se está idiotizando, la tecnología empobrece y convierte en vagos a millones de ciudadanos, la memoria no es un valor y el estudio tampoco, los seres inteligentes guardan silencio y pasan inadvertidos para no ser considerados peligrosos por los vagos y maleantes que gobiernan el mundo.
Anoto que esta afirmación no es una ocurrencia literaria sino la constatación de un hecho demostrable que, sin lugar a dudas acredita que gobernantes de España y de otros muchos países democráticos se comportan con absoluto desprecio a las leyes, y delinquen con impunidad. Se acredita que no es necesario tener un alto nivel de inteligencia para gobernar ni para delinquir.
En nuestro país solo un 2% de la población tiene un cociente intelectual superior a 130, umbral para entrar en la lista de superdotados. ¿Dónde están los líderes de la sociedad?
La respuesta es estudiando, inventando soluciones, siendo solidarios, escribiendo o investigando, curando enfermedades y trabajando por la paz.
La inteligencia artificial está en el ámbito de los que tienen el poder de abusar para planificar guerras y aliarse con otros delincuentes de guante blanco y calzoncillos sucios.
Diego Armario