Pasó bastante inadvertida la proposición no de Ley presentada, por el Partido Popular, en la Comisión de Defensa del Congreso, el pasado día 11, en demanda de que se proceda al incremento de efectivos, hasta alcanzar los 10.000, en las guarniciones militares de Ceuta y Melilla ante la escalada reivindicativa, por parte del gobierno marroquí, sobre nuestras ciudades, situadas en el norte de África.
La proposición fue aprobada con los votos a favor del Partido Popular, VOX y UPN. Por su parte, el PNV se abstuvo, votando en contra, como no podía ser de otra manera, el PSOE, Sumar, Erc y Bildu y la no asistencia a la comisión de los catalufos de Junts.
¿Qué razón hay para que toda la izquierda y la ultraizquierda voten en contra de una propuesta encaminada a garantizar la seguridad de una parte del territorio nacional?
Una pregunta bien sencilla de responder: a todo ese conglomerado de partidos, el lumpen de la sociedad, la seguridad de España les importa tanto como a mi la muralla china y lo que es peor, anhelan la total destrucción de nuestra unidad nacional o lo que es lo mismo, la total destrucción de España como Nación.
No resulta difícil comprender que toda esa morralla formada por la ultraizquierda comunistoide, golpista, filoterrorista y separatista adopte una postura como ésta, fácilmente deducible con solo conocer por encima sus normas programáticas, sin embargo, de los socialistas, al menos por vergüenza torera, se esperaba otra cosa, toda vez que son ellos los que en la actualidad rigen los destinos nacionales.
¿Qué se oculta realmente tras esta negativa a incrementar nuestras capacidades militares en una zona “caliente” como es el caso de Ceuta y Melilla?
Sabemos que toda esa colección de miserables que conforman el lumpen de la ultraizquierda argumentará, haciendo valer su habitual demagogia, que los costes que implicaría este incremento de fuerza deberían ir destinados a mejorar nuestra sanidad, la enseñanza, las prestaciones sociales, etc., cuando en realidad la razón última que anhelan es la destrucción de España y si se puede empezar por nuestras dos ciudades autónomas mejor, aunque sea al precio de ponérselas en bandeja al sátrapa moro. Todo sirve con tal de destruir España que es, por encima de todo, el único objetivo de su programa político.
Sin embargo, en el caso de los sociatas la cosa parece apuntar a otros derroteros que, tal vez, algún día lleguemos a conocer. Es verdad que si analizamos la historia de España reciente, nos encontramos con situaciones similares en las que los socialistas y la izquierda en general se movilizaron, incluso de forma violenta, cuando se pretendió reforzar militarmente alguna zona del territorio nacional; sirva como ejemplo lo sucedido durante la Semana Trágica de 1909 o en Annual, en julio de 1921, donde si se hubiesen atendido las urgentes necesidades de envío de refuerzos tal vez se hubiese evitado no sólo el descalabro, sino también lo sucedido posteriormente hasta la pacificación del Protectorado en 1927.
La sagrada obligación de un Gobierno, sea del color que sea, exige que ese Gobierno tenga un interés prioritario en defender, al precio que sea, la integridad territorial de la Nación que está gobernando y en el caso de que incumpla ese precepto ¿para qué sirve ese Gobierno?
Los socialistas no tienen objeción en enviar a nuestras Fuerzas Armadas a las quimbambas, a defender intereses que no son nuestros y, sin embargo, desestima ampliar el contingente llamado a defender Ceuta y Melilla, partes sagradas de nuestro territorio nacional.
Durante los últimos años hemos visto disminuir de forma notable la guarnición de ambas ciudades. Donde existían dos Banderas de la Legión quedaron reducidas a una; donde existían tres Tabores de Regulares, quedaron reducidos a tan solo uno; incluso a mitad de los años 80 cada una de las plazas contaba con un Regimiento de Infantería -Melilla nº 52 y Ceuta nº 54- que también desaparecieron y todo eso sin contar que la fuerza en revista, en el mejor de los casos, no supera el 70% de la plantilla teórica.
Mientras tanto, el sátrapa moro no deja de hacer alardes de fuerza, reforzando sus capacidades militares y enseñándonos los dientes sin que nosotros tomemos medida alguna al respecto.
Amenazas veladas, algunas que no lo son tanto; reivindicaciones a cada paso más claras, son respondidas con el silencio cómplice del Gobierno que parece, por razones que se ignoran, bailar al son que marca el moro y esa es una muy mala señal.
El deber de España y de los españoles es garantizar la españolidad de todos nuestros territorios, estén o no en la península y ese deber tiene que comenzar por ejercerlo el Gobierno de la Nación, aunque sea socialista, ya que están en juego el honor, la dignidad y el prestigio de nuestra Patria.
Eugenio Fernández Baralloble (ÑTV España)