«Llegara un día en el que a las personas inteligentes se les prohibirá pensar para no ofender a los idiotas»
En una sociedad sin reglas de compromiso en la que los más zafios han tomado la calle y se han adueñado del discurso oficial, recomiendo la autodeterminación de nuestro pensamiento. Es imprescindible no sucumbir a la epidemia de estupidez patrocinada por la secta de los ignorantes que han ocupado las tribunas que hace años estaban a disposición de mujeres y hombre sabios, jóvenes estudiosos o viejos con experiencia.
Esta metamorfosis social, perfectamente programada, ha convertido en referentes sociales a gente que hace años estarían comiéndose los mocos y hoy triunfan en programas basura o incluso en las instituciones políticas, sin excluir al gobierno o al propio parlamento nacional, lugares donde el pensamiento liquido es la moneda de cambio habitual.
Hay que hacer la revolución de las elites, que no es un segmento que tenga que ver con la riqueza sino con la cultura y los valores éticos.
En la medida en la que la gente empiece a tener ideas y mande a la mierda las ideologías, irá transitando hacia una sociedad en la que la chusma que ha puesto en riesgo la decencia, los valores éticos y la economía de nuestro país será una minoría de parásitos
El reto es complicado porque cuando una notable parte de la sociedad acepta ser gobernada no por los mejores sino por los más mediocres, y en vez de comprometerse con el esfuerzo en beneficio del país reclama ser mantenida y trabajar menos, está condenada a elegir entre Massa o Milei.
Los parámetros por los que se puede medir la calidad de la sociedad española no son los medios de comunicación que opinan al dictado de quien los subvenciona, ni los llamados influencers, que son los nuevos charlatanes que embaucan a los que necesitan la droga de los ignorantes, ni los políticos convertidos en hooligans que actúan como autócratas con tres copas de más cuando se niegan a responder a las preguntas en las ruedas de prensa
La calidad democrática se mide por el rigor en la gestión de las cosas públicas, el cumplimiento de la ley, la decencia y la transparencia, pero no hay quien apruebe estas asignaturas porque, como dijo Albert Rivera cuando aún era parlamentario, más que un gobierno hay una banda… y la que viene es peor.
Diego Armario