Para cualquier observador mínimamente objetivo y perspicaz resulta evidente que Pedro Sánchez se encuentra en una posición de enorme debilidad política, debido, en primer lugar, a la deficiente situación económica en la que se encuentra España tal y como indican todos los indicadores macroeconómicos, en segundo lugar, a los numerosos casos de corrupción en los que presuntamente están implicados no solo buena parte de sus ministros, sino también su propia esposa, Begoña Gómez, y, en tercer lugar, a la incapacidad del gobierno que preside para desarrollar un proyecto político mínimamente coherente y orientado a resolver los problemas que asolan a la sociedad española, por estar todas las iniciativas gubernamentales subordinadas a los caprichos de sus socios comunistas e independentistas.

Todo este explosivo cóctel estalló definitivamente cuando, ante una denuncia del sindicato Manos Limpias, un juzgado de Madrid ha procedido a abrir diligencias contra Begoña Gómez por la presunta comisión de sendos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios.

Demostrando su absoluta carencia de escrúpulos morales y su desmesurado aventurerismo político, ante esta situación de evidente deterioro nacional P. Sánchez no tuvo mejor ocurrencia que publicar una carta dirigida a la ciudadanía que en su conjunto no constituye otra cosa que un cúmulo de malévolos despropósitos.

Así, en la misiva P. Sánchez venía primeramente a acusar a la oposición, lo jueces y los medios de comunicación no afines de estar llevando a cabo “una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire para intentar hacerle desfallecer en lo político y lo personal”.

Tras esta diabólica diatriba, muy al estilo bolivariano, contra el parlamentarismo, la independencia del Poder Judicial y la libertad de prensa, P. Sánchez, de manera absolutamente victimista, vino a señalar que al estar profundamente enamorado de su esposa se tomaba 5 días para reflexionar si debía abandonar sus labores presidenciales, dejando así al Gobierno como un pollo sin cabeza, es decir, corriendo a ninguna parte.

En realidad, esta epístola a los socialistas y comunistas supone la perfecta puesta en escena de una de las habituales campañas de agitación y propaganda a las que nos tiene acostumbrados la izquierda, siendo la única pretensión de P. Sánchez el lavado de su propia imagen, la movilización de sus bases y la manipulación de la opinión pública

Afortunadamente ninguna de estas cosas ha conseguido nuestro lamentable presidente, ya que lo que se ha puesto una vez más de manifiesto es, por una lado, que el egocentrismo, la hipocresía y la irresponsabilidad son sus indelebles señas de identidad y, por otro lado, que la sociedad española mayoritariamente ha dejado de creer en la sarta de falsedades que adornan todas y cada una de las declaraciones del psicópata monclovita.

Así, por si a alguien le cabía alguna duda, con su carta P. Sánchez ha vendo a demostrar que es capaz de vender a su propia familia si con ello cree que va a obtener algún tipo de beneficio político. De esta forma, poniendo sus propios intereses personales por delante de cualquier otro tipo de consideración, P. Sánchez ha situado conscientemente a su esposa en el hoja del huracán, como se ha puesto de manifiesto al salir Begoña Gómez en todos los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, ligada a la palabra corrupción y a la explicación con todo lujo de detalles de los turbios negocios de intermediación en los que se halla inmersa y la importante repercusión económica que presuntamente tenía su actividad laboral en las arcas públicas.

A su vez, llevando el cinismo a su máximo esplendor, P. Sánchez ha acusado a Núñez Feijóo y Santiago Abascal de poner en marcha contra su familia la “máquina del fango” obviando que él mismo lleva años acosando a Isabel Díaz Ayuso por los “no delitos” de su hermano y por el presunto fraude fiscal cometido por su actual pareja sentimental antes de conocerse, llegando incluso al extremo de pedir públicamente su dimisión a pesar de que los madrileños llevan años otorgándole su confianza de forma abrumadora tanto en las urnas como en las calles.

Asimismo, no parece en absoluto razonable el que un dirigente político por motivos personales incurra en una manifiesta dejación de responsabilidades, sobre todo cuando éstas consisten en la gobernanza de toda una nación, lo cual viene a poner de manifiesto que P. Sánchez es tan solo un despreciable fullero que ha llegado a la política no para servir al pueblo, sino, muy por el contrario, para servirse del pueblo y así alimentar su ego y disfrutar de las prebendas que el poder otorga.

Por otro lado, la insidiosa misiva tampoco tuvo el efecto deseado por P. Sánchez en el sentido de recapitalizar políticamente su figura, fundamentalmente porque, después de sus innumerables mentiras e incumplimientos de palabra, su descrédito entre la ciudadanía resulta ya irreparable.

Así, a pesar de que más de una decena de federaciones socialistas fletaron 100 autobuses con la intención de congregar a una multitud en apoyo a P. Sánchez frente a la madrileña sede socialista de Ferraz, tan solo se manifestaron sus ministros, que no son otra cosa que un grupo de serviles palmeros rendidos a aquel que les proporciona el sustento, y 12.000 personas más, casi todas ellas incapaces de responder a las preguntas del periodista Vito Quiles sobre cuales eran las mentiras vertidas sobre la esposa del presidente por parte de los medios de comunicación, poniéndose así de manifiesto que solo desde la estupidez más absoluta es posible apoyar al líder político más infame de la democracia española, con permiso de otro personaje igualmente siniestro como es José Luis Rodríguez Zapatero.

Tras los 5 días de meditación intrascendente, como era de esperar, P. Sánchez vino a decir que había decidido seguir al frente del Gobierno de España, para acto seguido llamar a la movilización social y amenazar a los españoles al señalar que su decisión no constituye un punto y seguido, sino un punto y aparte, ya que iba a trabajar sin descanso para regenerar la vida política, lo cual, teniendo en cuenta el contenido de su carta a la ciudadanía, solo puede suponer la definitiva degradación de la democracia, la eliminación de la independencia judicial, la supresión de la libertad de expresión, el cierre de los medios de comunicación independientes y la ruptura de la convivencia entre españoles, con la carga guerracivilista que todo ello conlleva.

En definitiva, P. Sánchez ha realizado toda una declaración de intenciones básicamente consistente en un inusitado ataque al Estado de Derecho, lo cual viene a suponer el desarrollo de los prolegómenos del “Golpe de Estado” que parece querer perpetrar el entramado socialcomunista e independentista.

En este punto parece oportuno recordar que, como señaló el filósofo español Ruiz de Santayana, “Aquel pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla”, ya que P. Sánchez parece empeñado en replicar el totalitario planteamiento de Largo Caballero cuando, allá por 1936, dejó escrito que “Quiero decirles que si triunfan las derechas tendremos que ir a la Guerra Civil declarada”.

De esta forma la izquierda abrió la Caja de Pandora, permitiendo que su perverso contenido encendiera la llama del enfrentamiento armado entre españoles, produciéndose así una herida que parecía definitivamente cerrada hasta la llegada al poder del psicópata monclovita.

Rafael García Alonso (ÑTV España)

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 13/06/2024

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