En España ya no necesitamos calendarios. Ni reloj es, ni estaciones. Basta con pasearse por un Mercadona para saber en qué fase del año estamos. Y, según las estanterías, ya hemos aterrizado en diciembre… aunque la playa siga llena de sombrillas y el aire acondicionado siga funcionando a toda máquina.
Mientras la prensa se hace eco de que el oro se pone a casi 4.000 $ la onza y en política se habla de chistorras, lechugas y soles, sí, los turrones y polvorones ya ocupan pasillo propio, como si fueran productos de primera necesidad. La inflación amenaza, pero ahí están, brillando como lingotes de almendra, invitándonos a invertir en dulces navideños antes de que suban más de valor. ¿Qué mejor plan financiero que un fondo de inversión en Jijona?
Eso sí, el consumidor vive una paradoja deliciosa al protestar con indignación, “¡Es un escándalo, todavía es septiembre!”, mientras esconde un par de tabletas en el carro “por si se acaban”. Porque uno puede ser crítico, pero no tonto.
Lo más pintoresco es la nueva dieta mediterránea versión siglo XXI, comer un helado de postre tras la paella y rematar con un mazapán. España es el único país capaz de fusionar el verano y la Navidad en un mismo menú degustación.
Y claro, todo esto no es casual. Es pura magia del marketing: Mercadona no adelanta la Navidad, la reinventa. Nos ofrece la ilusión de vivir en un calendario paralelo, donde Papá Noel llega justo después de la vuelta al cole, y los Reyes Magos ya están buscando parking mientras los niños aún hacen los deberes de septiembre.
Así que ya lo sabes: si quieres saber en qué mes vives, no mires el calendario. Pregunta en Mercadona. Ellos son los auténticos guardianes del tiempo.
Salva Cerezo

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Última Actualización: 08/10/2025

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