La política en esencia, es una forma de limitar la libertad de los ciudadanos.
Los dirigentes e los partidos políticos tienen miedo a quienes les han elegido, o no les han votado, y para garantizarse el poder se esfuerzan en legislar restricciones de libertades , y se comportan como dictadores en distintos grados de abuso y conculcación de la Constitución.
Entre ellos solo se diferencian en la rigidez de las normas que nos prohíben hacer cosas, expresar nuestros pensamientos, defender nuestras ideas o reclamar nuestros derechos. Vivimos en una apariencia de un estado que protege la Constitución, pero la soberanía nacional solo la ejercemos una vez cada cuatro años.
Es posible que algo parecido suceda en otros países, pero dudo que en ellos exista un miedo tan atroz a la libertad de los ciudadanos.
Algunos periodistas del régimen del sanchismo no tardarán en ser víctimas de esta neo dictadura y entonces será tarde para que lo lamenten, pero mientras tanto se ganan la vida justifican a los asesinos del socialista Fernando Buesa , que ahora son socios de Pedro Sánchez y deciden las restricciones hay que imponerle a la policía y la Guardia Civil en la lucha contra los que conculcan nuestras libertades.
No se recuerda mayor degradación de la dignidad de nuestra democracia que ver a Paxti López negociando con los ex etarras cómo debilitar a la policía y la Guardia Civil, después de haber llevado sobre sus hombros el ataúd de su compañero Isaías Carrasco, asesinado por ETA.
El principal escollo para hacer posible la utopía del sueño de la libertad en democracia está en la profesionalización de la política que ha conseguido degradar el noble oficio de trabajar por el pueblo y para el pueblo.
Los políticos de hoy trabajan para sus partidos, participan de sus privilegios, votan lo que les ordenan, trafican con influencias y – salvo excepciones – representan al cutrerío nacional.
Son el fiel reflejo de lo más mediocre de nuestra sociedad.
Diego Armario