La otrora cajera afincada en Vallecas Irene Montero, luego marquesa ridícula de Galapagar, ahora eurodiputada rescatada del estercolero de la política que dejó a su paso por España, siempre bien encamada en el colchón de la vida fácil, está calada por la inmensa mayoría de millones de ciudadanos que sienten vergüenza ajena de esta arribista pedante y, lo que es peor, maligna; de una niñata mimada de Satanás sobre la tierra, una embaucadora rompetechos de la torpeza personal y la mediocridad permanente, asaz carente de sentido común y decencia, capaz de soltar violadores en tanto dice defender a las mujeres.
Camina a escondidas o escoltada en el anonimato de Bruselas, no sea que los damnificados de sus perrerías ineptas le den un botón de muestra de cuánto es aborrecida, junto a la miserable pandilla cuchipandi, no por las calles de España donde, como al corrupto de La Moncloa, no la aguantan.
Una entrometida de tres al cuarto, inaguantable por patética, elevada a la décima potencia de la desmerecida influencia social, ventajista de dignidad perdida si es verdad que teniendo el coño tan grande como una mesa -así lo presumió como un piropo en una tertulia radiofónica-es también a los ojos de decenas de millones de ciudadanos una carroñera de cara dura y moral blanda, como la conciencia que parece dictarle los designios de una dantesca apatía espiritual.
La demasiado terrenal Montero, hazmerreír y simultáneamente nauseabunda en el fondo y la forma-una mal payasada humana en definitiva-, con olor a azufre por desodorante cotidiano para encubrir la pestilencia ególatra, ha sido retratada por una policía que ha hecho viral su mensaje con el que coincide España entera.
Alusiones a las escoceduras de rodillas mientras otros esforzados por ganarse la vida decentemente se dejaban los codos sobre la mesa. La conquista bragueta que sube como la espuma por los impulsos inconfesables de un arribismo conocido por todo el mundo. La ambición de una mediocre bananera, como sus peroratas sectarias.
No se puede ser más inconsciente jeta de la mamandurria sin honor y blanco del ridículo universal. Porque al margen de ideología, la Montero representa fehacientemente a la aprovechada, la singular caradura, al canalla sin género que es capaz de trepar por la senda de la vida como si de un árbol se tratara, encaramada a las ramas de las oportunidades, ora reptando ora saltando entre lianas a ras de suelo, sin importar el ridículo de sus movimientos artificiosamente interesados, arrastrando las rodillas si tercia, pringándose de variados barros naturales como avezada buscadora de oportunidades que brinda la carencia de vergüenza.
Cuánta repugnancia sin consciencia, la ideal para los espíritus sin honra que un día serán enterrados en la cal viva de lo efímero con el detritus de sus apestosas obras.
Esa cara mezcla de idiocia y maldad es puro espejo de un alma desperdiciada.
ÑTV España