Me he convertido en un clasista irredento. No aguanto ni una horterada más ni quiero saber nada de la nueva mediocridad que ha naturalizado el cutrerío en las instituciones.

Pasearse por el Congreso de los diputados – hace años que no voy por la Cámara Baja – hoy debe ser como patear una calle en la que alguien podría robarte la cartera porque, aunque me consta que ese riesgo propio de chorizos no existe allí, el atraco a la democracia se está maquinando en el lugar en el que habitan, con escaño en propiedad, un número no desdeñable de gente iletrada, que, aunque se vista de zara o de Prada, se les nota el pelo de la dehesa.

La excelencia está ausente y los diputados son como esos alumnos vagos que copian los exámenes con la chuleta que les pasa el jefe de su grupo para que no se equivoquen a la hora de votar.

El edificio de la Carrera de San Jerónimo está sin gente que lo visite porque la política se hace en la clandestinidad de las reuniones, en las tertulias militantes o en los canutazos de la calle, porque desde que se han derogado las ruedas de prensa para convertirlas en las declaraciones sin preguntas de Su Excelencia el nuevo caudillo, el silencio se confunde con la prepotencia de un gobierno que, como mucho, hace política exterior porque la de casa se ha declarado secreto de Estado.

Espero que entiendan ahora por qué me he convertido en un clasista irredento. Me interesan mis amigos Luis y Silvio, Agustín, Julio y Rafa, Antonio, Javier y Daniel, Alfredo y Gustavo y algunas amigas que no cito por su nombre para no dar pistas.  Gente con clase que piensa lo que le da la gana pero que conserva la autoestima de no mezclarse en discusiones imposibles con militantes del pensamiento inducido.

Es muy sano vivir la realidad, reservar la ficción para la literatura y el esperpento para llorar o echar unas risas, porque en eso consiste “La historia oficial” que escriben los políticos sobre su país y que años después la desmonta el cine, como ocurrió en Argentina con la película de este mismo nombre sobre la dictadura del General Videla y demás colegas. No estoy haciendo comparaciones y por eso quiero acabar este artículo con un chiste.

Ada Colau ha declarado que no quiere ser ministra y en el entorno de la vicepresidenta besucona han lamentado esa renuncia escrita en el aire porque ni siquiera conocemos lo que piensa el Presidente del gobierno que es el único que puede nombrarla y lo haría si fuera menester porque… el nivel de Maribel está en horas bajas.

Diego Armario

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Humanidad,

Última Actualización: 27/10/2023

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