1- En la entrevista que le hizo Alsina, ese cretino empanado de apellido zapatiesto, se enfrascó cerril y contumaz en validar la idea de que es bueno que los gobiernos cambien de opinión porque, dijo, rectificar es de sabios. Sí, rectificar una vez es de sabios, pero quien ha tenido que «rectificar» cada cosa que ha dicho o hecho en los últimos 5 años, NO es un sabio, es, como dijo el propio Felipe González, un CRETINO. O peor aún, es el sinvergüenza estafador de peor calaña que hemos tenido que echarnos a la cara los españoles jamás.
2- En el ordenamiento jurídico legal que asiste a los ciudadanos existe la figura del INCUMPLIMIENTO DE CONTRATO, según esta es más que suficiente lo que se dice en un mero anuncio publicitario para demandar si lo que hemos pagado no se aviene con lo ofrecido por el vendedor.
Sin embargo, paradójicamente, este importantísimo precepto legal no se cumple para la política, cuando sería la manera perfecta de defender al ciudadano de los políticos mentirosos y timadores que continuamente nos estafan prometiendo lo que después NO cumplen.
¿Por qué, por qué no se puede aplicar al ámbito de la política la figura jurídica del incumplimiento de contrato? ¿por qué no pagamos nada? Error, SÍ pagamos, ya que una elección para cargo público va acompañada de un sueldo para cuatro años que sale de nuestros bolsillos. ¿Por qué para que un político pueda cumplir lo prometido, necesita una mayoría parlamentaria que no siempre se alcanza en las urnas? Pues entonces, que no prometan descaradamente lo que saben a ciencia cierta que no van a poder cumplir.
Conclusión: amigos, es normal que un político cambie de opinión cuando las circunstancias cambian, pero cuando se «cambia de opinión» media hora después de que se conoce el resultado electoral, NO se trata de cambio de parecer, se trata de un timo, de una estafa, de un engaño, de un robo y de un fraude en toda regla.
《Estamos ante la presencia de un flagrante y contumaz INCUMPLIMIENTO DE CONTRATO》
Y la ley tendría que proteger al ciudadano de los políticos que no cumplen lo que nos ofrecen. ¿Por qué? Si las personas que elegimos (nuestros representantes) para que una vez en el gobierno pongan en práctica nuestros deseos, necesidades, demandas y peticiones, NO lo hacen, la democracia representativa pierde su esencia porque el político, ya en el poder, NO está representando a sus electores; ergo, la democracia en sí se convierte de facto en la representación fraudulenta de una farsa deleznable que el pueblo, más temprano o tarde, terminará repudiando.
Y eso precisamente es lo que hoy estamos viviendo en España por culpa de este gobierno abyecto y canalla que jamás cumple sus promesas electorales. Estamos irremediablemente inmersos en el fin de la democracia representativa como consecuencia del incumplimiento de contrato.
Hernán Pérez Ramos (ÑTV España)