Esta vez los asesores de Sánchez le han dado un mal consejo, o quizás leen tan poco como él. En un mini reportaje trampa, el periodista le pregunta sobre sus lecturas y en vez de contar una de sus trolas habituales reconoce que lee muy poca literatura, tirando a la nada absoluta, porque un hombre con sus responsabilidades no puede perder el tiempo en cultivar la ficción, no como Winston Churchill que hizo la segunda guerra mundial y además leyó y escribió lo suficiente para merecer el premio Nobel de literatura.
Sánchez tiene el mérito de haber pronunciado frases para la historia como “¿Cuantas veces le tengo que decir que no pactare con Bildu?” o “No habrá amnistía”) , pero además de ese esfuerzo mental tan oneroso podría haber aprovechado algunas horas de las que se pasa viajando en avión para leer “Los episodios nacionales” de Don Benito, pero sus escasas lecturas son otras.
Sánchez tiene un amigo lector que le ha recomendado que lea textos cortos, y sin necesidad de que le siga aconsejando su colega, el Presidente dice en la entrevista que “ le gusta comentar con Begoña sus lecturas ” y así tiene garantizado un criterio literario impecable.
El problema de Su Excelencia es que no ha tenido más remedio que mojarse y dar algún título de sus lecturas, no sin antes afirmar que no le gusta citar los títulos de los libros que supuestamente ha leído porque lo que realmente recuerda son las sensaciones que le han provocado esas lecturas.
Se acuerda de Astérix, una colección Historias Color en una edición de tapas duras doradas, y también de algunos otros libros que afirma que le ayudaron a pensar y redondea su sesuda reflexión diciendo que es un buen lector que reivindica la normalidad, pero no la erudición.
El protagonista de este relato ha disfrutado leyendo libros de aventuras y recuerda aunque no cita, algunos libros de autores que le dieron paso a la madurez, como Tolkien (imagino que se refiere al Señor de los anillos) y en un exceso de atrevimiento afirma que ha leído algo de Valle Inclán … por aquello del esperpento.
Al final del reportaje hay una relación de autores que no sale de su boca sino de un esquema final de títulos enviados al redactor desde el gabinete de prensa, entre los que están Sánchez Ferlosio, Saramago y Almudena Grandes.
En un gesto de humildad no ha citado entre sus obras preferidas su Tesis doctoral, tan injustamente criticada por quienes la han leído, especialmente el apartado de plagios.
Diego Armario