La jornada posterior al debate entre Sánchez y Feijóo ha sumido en el pesimismo al Partido Socialista. Conscientes de que el debate era la última oportunidad para intentar remontar en las encuestas, los errores del presidente del Gobierno y sus asesores a la hora de plantear el debate parecen haber acabado con las últimas esperanzas electorales.

Nada salió conforme al guion, o quizá sí y la hoja de ruta estaba equivocada, pero Pedro Sánchez no sólo no fue capaz de imponerse al líder de los populares, sino que la falta de tino exhibida en distintos momentos parece ser la expresión de un estado de ánimo que se antoja casi irreversible.

De nada sirve la dramaturgia posterior escenificada en Ferraz, en la que el presidente del Gobierno se dirigió, tras el cara a cara, a algunos militantes ataviados con camisetas rojas. El optimismo de sus palabras colisionaba con una realidad innegable que acababa de acontecer y, un día después, ni siquiera sus acólitos más convencidos parecen ya confiar en la remontada.

La campaña electoral comenzó con el ánimo del partido ya tocado. Los resultados del 28M y las hondas heridas territoriales generadas por la conformación de algunas listas eran un obstáculo que parecía imposible de superar. Sin embargo, durante algunos días y tras la ronda de Pedro Sánchez por los platós y los estudios radiofónicos hubo quien creyó en la posibilidad de remontar en las encuestas y de aspirar, al menos, a una minoría capaz de bloquear una investidura de Núñez Feijóo.

Ya existían signos de agotamiento y la imposibilidad de llevar la campaña a la calle era una muestra evidente del grado de desconexión con la España real. Quienes apostaron por una estrategia mediática y confiaron en que Sánchez podría revertir la tendencia negativa habían marcado en el calendario la fecha del debate como el gran Rubicón de la campaña. Todo estaba programado para dar un golpe de efecto en el cara a cara, pero tras la derrota del lunes en el debate, son ya mayoría las voces que asumen con desánimo la jornada del 23J.

El presidente del Gobierno perdió el debate por una falta de autocontrol en los gestos y en el uso de la palabra, pero también se vio lastrado por una preparación muy deficiente. En sucesivos momentos, Sánchez se situó por su propio pie en los marcos favorables a los populares y algunos recursos retóricos, repetidos de forma insistente, desvelaron la ingenua artificialidad de la propuesta.

No sólo hubo errores en la escenificación del guion sino que la pauta planificada fue claramente errada, como también fue equivocada la apuesta de centrar en la figura de Sánchez la campaña electoral de las municipales y autonómicas. Bien es cierto que, cuando el líder falla, no existe ningún ardid que pueda revertir una percepción negativa tan asentada en el conjunto de la sociedad española.

El presidente del Gobierno, bunkerizado en un círculo cada vez más estrecho de leales sin capacidad de autocrítica, ha precipitado a su partido a una tonalidad afectiva marcada por la desmoralización y el pesimismo. En esta circunstancia tan decisiva, Sánchez ya no podrá contar con los barones para movilizar a unos territorios y a una militancia cada vez más alejados de los dictados de Moncloa y de Ferraz.

A la luz del último sondeo de GAD3 para ABC, parece probable que esa desconexión acabe traspasándose también desde el partido al electorado socialista y que acabe lastrando de forma definitiva la movilización de los votantes de izquierdas.

ABC

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Última Actualización: 13/06/2024

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