Frank Cuesta que conoce muy bien la idiosincrasia, el orgullo y el significado del honor o la afrenta del insulto para los tailandeses, lo avisa: Tailandia no es España. Así no se conseguirá salvar la vida de un presunto asesino.
Si los jueces de Tailandia asumen todas las pruebas en contra de Daniel Sancho, junto a la premeditación y alevosía que conlleva comprar cuantos utensilios fueron pertinentes para descuartizar el cuerpo de Edwin Arrieta, el mimado, consentido y ejemplar reo Daniel Sancho será condenado a muerte.
Entre otras cosas porque este circo promocionado por los amorales medios de comunicación, este caso de vergüenza universal, debería ser discreto si además no se desean influencias perjudiciales contra el reo.
Porque es previsible que la afamada figura televisiva y su show psicopático, la indiferencia por el dolor causado y las consecuencias de su acción, conlleven la ejecución del detenido en una Tailandia severamente sensible, a diferencia de España, ante un crimen brutalmente sangriento; los tailandeses se conmocionan frente a la acción criminal del descuartizamiento y no les engaña la chulería con la que el criminal colabora pensando que aún le queda algo de dignidad por mostrar a las autoridades policiales.
Se han filtrado unas imágenes de la reconstrucción del crimen donde Daniel Sancho pide lavarse los dientes y que le quiten las esposas para poder ducharse…¿en la misma bañera donde descuartizó al cirujano? Su comportamiento tras el crimen explica el comportamiento de psicópata que culminó en el horrendo asesinato.
Luego quedan las declaraciones del padre, Rodolfo Sancho, que argumenta su felicidad porque el hijo está siendo tratado a cuerpo de rey para distraerse y pasar el tiempo lo mejor posible… Declaraciones, además de extrañas-quizá porque han advertido lo contraproducente que resulta confrontar con las autoridades-que parecen dar idea de la más insana frivolidad, siendo un insulto, una ofensa directa contra la familia apesadumbrada de la víctima cuyo padre ha solicitado un pedazo de su hijo para poder darle sepultura…
Daniel Sancho no es un protagonista de la prensa amarillista, sino un presunto depredador con instinto de alimaña aunque tenga derecho a defensa. No hay dignidad en el asesino que pueda mitigar los efectos de su maldita personalidad aflorada con un dantesco crimen.
Y no parece horrorizarse la opinión pública enfrascada en blanquear al homicida, lo que da la medida de aberración social en que se ha convertido nuestro país tomado y comprado por desalmados.
El espectáculo circense merecía un buen director de pista para el tema legal que acompañara los malabarismos de tertulia que pretenden convertir a Daniel Sancho en un santo de la devoción pública, y así este suma y sigue de proyección mediática para ensalzar la vileza de un presunto asesino, desembocará en una decisión judicial que dependerá y mucho de la confluencia de los payasos invitados en la pista de este nauseabundo escenario circense; un espectáculo del que toma nota la Justicia tailandesa que podría decidir una sentencia acorde con la vileza demostrada por la Prensa española, convirtiendo en estrella a un presunto asesino de la peor calaña, frío, calculador y ahora colaborador con la Policía pensando que se aligerará la carga de su condena.
A poco que se escuchen las súplicas de los familiares de Edwin Arrieta, la justicia tailandesa decidirá en consecuencia con un caso carente de atenuantes. La polvareda pública no ayuda y menos que una caterva de tertulianos lance invectivas contra Tailandia.
Si los medios españoles no dejan de influir en la decisión de los jueces, Daniel Sancho, el asesino y descuartizador del cuerpo de Edwin Arrieta, será condenado a muerte. No me imagino un despliegue informativo tan suculento para las televisiones que una transmisión en directo a las puertas del penal sobre la ejecución de un compatriota en tan lejanas tierras.
Lo peor de todo es la vergüenza de que los tailandeses piensen que en España somos todos parecidos a la carroña de la que nos avergonzamos. Y aunque sólo fuera a efectos prácticos: ¿convendrá la justicia en mantener con vida a un preso que levanta tanta expectación mediática y humilla el orgullo del país?
Los tailandeses no tienen nada que ver con el relativismo moral que impera en España… e igual nos lo demuestran, eso sí, dejando que en el día señalado amablemente le dejen portar el sombrero de su abuelo sobre la cabeza, siendo tanta su preocupación comunicada a los policías en ausencia absoluta de arrepentimiento.
Ignacio Fernández Candela (ÑTV España)