José Félix Tezanos es al Centro de Investigaciones Sociológicas lo que Álvaro García Ortiz a la Fiscalía General del Estado. Ambos han arruinado la reputación profesional, mayor o menor, con la que llegaron al puesto y contaminado de sectarismo y parcialidad la actividad de sus respectivas instituciones.
Y ambos representan en estado puro el plan de colonización y subordinación que el presidente del Gobierno está ejecutando para mantenerse en el poder. Sánchez está demostrando ser un aventajado estudiante de las técnicas más eficaces para debilitar una democracia sin perder la apariencia formal de un demócrata.
Aunque también la está perdiendo con sus llamamientos de megáfono y barricada contra los «pseudomedios» de comunicación que informan libremente sobre su esposa y su hermano, ambos investigados por jueces y fiscales.
Los resultados de las europeas renovaron el descrédito ya irreversible del CIS a manos de Tezanos, lamentable situación que no por previsible en cada contienda resulta menos hiriente para cualquier demócrata.
El CIS ha sido históricamente una referencia sobre la información sociológica y política. Su capacidad económica y el rigor de sus técnicos garantizaban estudios y conclusiones respetables, que podrían ser discutidas, pero no descalificadas.
Lo que hoy sucede con el CIS exige responsabilidades: la política y la contable, como mínimo. La responsabilidad política supondría la dimisión de Tezanos, pero si a estas alturas no ha dimitido García Ortiz, ninguna esperanza ha de albergarse sobre el relevo del responsable del CIS.
Uno y otro son a la vez cómplices y mártires de la estrategia sanchista, sin autoestima ninguna, y para Sánchez siguen siendo señuelos para distraer sus propias culpas políticas.
La responsabilidad contable debería ser emprendida urgentemente porque no es admisible la aplicación de fondos públicos a una entidad reconvertida en agencia de propaganda del PSOE y de la izquierda en su conjunto.
No es fácil saber qué pretende el Gobierno al mantener a Tezanos al frente del CIS. Cuando alguien pierde su prestigio de una forma tan robusta ante la opinión pública, también pierde su utilidad política, salvo que esta se limite a servir internamente a Sánchez en su mesa del Consejo de Ministros y en Ferraz.
Es decir, allí donde reina el más sumiso de los silencios. Para encauzar la opinión de los ciudadanos de forma eficaz haría falta una inteligencia científica y política de la que carece Tezanos. Tampoco Sánchez se caracteriza por rodearse de perfiles de cierto nivel, necesita personas de estándares éticos mermados para controlar las instituciones y socavar su papel legal y constitucional.
Es lo que sucede con la Fiscalía General y con la presidencia del Congreso, por citar dos casos paradigmáticos. Tezanos no es más que el modelo de Sánchez para nuestra democracia.
ABC