Van a salir cientos de muertos más. Quizás miles. La fuente no es oficial pero la estimación podría ser creíble porque quienes la están haciendo pública tienen conocimiento de la magnitud de este tipo de hecatombes que se caracterizan por el descontrol inicial de sus consecuencias y porque van descubriendo cadáveres sin que se pueda precisar aun el número de cuerpos sin vida.

Este dato no lo desconocen los políticos y escurren el bulto a la espera de ver como se sacuden los muertos de encima.

El propio Presidente del gobierno ha dicho que “si necesitan algo en Valencia, que lo pidan”, como si no fuese con él la responsabilidad de poner todos los medios del Estado para liderar esta operación de salvamento, y la ministra de defensa que hace dos días dijo que “el ejército no puede hacerlo todo” se ha tenido que guardar la lengua y enviarlo a la zona, aunque sea con un retraso de consecuencias mortales para los damnificados.

A cuatro días del comienzo del fin de la vida plácida en Valencia y sus comarcas más cercanas afectadas por riadas y desbordamientos incontrolables, la sociedad civil está asumiendo espontáneamente la respuesta cívica y solidaria de un pueblo que no se fía de sus gobernantes porque ha visto cómo escurren el, bulto ante este nivel de tragedia nacional.

Ciudadanos de distintos lugares de España, están yendo a la zona del desastre con coches, comidas, medicinas, palas para limpiar las calles, y desde toda España se está enviando ayudas de todo tipo, incluidas donaciones económicas para tanta víctima de esta desgracia. Hombres y mujeres están dando un ejemplo de cómo en estas ocasiones el Estado es el propio pueblo.

La gente decente dejará para más tarde las reclamaciones que quiera hacer ante tamaña dejación de funciones del Estado y sus representantes, porque una sociedad que permite que sus compatriotas en una situación de hecatombe se sientan peor tratados en estos momentos críticos que otros a los que se les acoge en hoteles pagados por el Estado da el nivel de la sensibilidad hacia los hombres, mujeres, viejos y niños que están sin casa.

No sé cuántos se salvarán de entre los damnificados, pero de los políticos muy pocos. Esto va para largo porque la destrucción es inmensa y el dolor de los damnificados, que necesitarán ayuda psicológica, inabarcable.

En el vomitorio – no de salida sino de indignidad – de los mayores hijos e hijas de puta que existen en estos tiempos en versión de opinadores que odian a cualquier que sea de un signo político distinto al suyo, se siguen cociendo en su propia bilis gente sin alma que no han cogido una pala, no ha hecho un donativo, ni han rezado una oración por los muertos que aún no han sido encontrados porque están bajo el barro.

El ejército y las policías  además de la sociedad civil han asumido la responsabilidad de ser el Estado.

Diego Armario

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 03/11/2024

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