¿Qué esperar sino mayores nauseas del Comité Federal del Partido Socialista, en connivencia con el demonio de la codicia sin freno que les ha poseído a todos?
El espectáculo deleznable de los simios aplaudiendo a una hiena tras el atril de la traición, reescribía el Libro de la Selva con los Banderlog eufóricos por haber perdido la poca vergüenza que desde hace tiempo ni se les adivina.
Aplausos de miserables al miserable mayor del reino cuando anunciaba por la concordia, el as en la manga de la amnistía. Es lo que tiene la mutua admiración de los parásitos sociales a través de la más inicua política; esa siniestra política de maligna ventaja que a menudo desemboca en conflicto civil.
Como buen liante que no asume responsabilidades en solitario, para cubrirse la dura cara que la tiene como la espalda a prueba de puñaladas, buscará el beneplácito de las bases que acabarán aplaudiendo el «cambio de opinión» para pactar con los enemigos de España, sin escrúpulos, como el resto de los monos de los que «dignamente» se ha distanciado García Page…que estaba allí.
Pedro Sánchez, se monta la coartada con las bases: consultará al resto que le importa un comino, para democratizar su golpe de estado institucional y dictatorial, como así lo definió, y el que avisa no es traidor, JUCIL. Nada bueno podía venir años después del ajusticiamiento protocolario de decenas de miles de personas con el pretexto de la pandemia. Ajusticiados, doy fe, como nuestros padres.
El relativismo moral con que se conduce Pedro Sánchez y que ha infectado a cuantos a conveniencia se benefician de la falta de escrúpulos y del ventajismo del juego sucio, trae como consecuencia una ruptura de los esquemas de valores que la conciencia dicta en todos y cada uno de los aspectos que sostienen elementalmente un Estado de Derecho.
El engaño, la mentira y la manipulación se han convertido en instrumentos aceptados que horadan la universal trascendencia del Bien como premisa absoluta en contraposición del Mal. Existe una contraposición de esos valores que han definido y estructurado el conocimiento humano con la noción de las virtudes del mundo civilizado, de su sabiduría desarrollada durante siglos, que se han transformado en prosaicas teorías, neutralizadas por un esquema de desaprendizaje y manipulación.
Con esas armas de la falacia, de la transformación moral, nada es cierto ni deja de serlo; nadie es artífice sino de una conciencia social intoxicada que permite el exabrupto, la falta de compromiso y la alienación de la verdad, mediante la asimilación del Mal como eje troncal de las ideas y de las intenciones que subyacen tras los actos derivados de la corrupción amoral.
Y los modos de romper con la intencionalidad de ese Bien antes definido es la confusión de los conceptos, la derivación de la certeza al borrón de las posibilidades; a la ambigüedad del propósito que convierte en eufemismo las verdades: como puede ser denominar a la mentira «un cambio de opinión».
Y con ese esquema arbitrario, anárquico y oportunista de la inmoralidad, todo es posible en el mundo cizañero e inveraz del tramposo que convierte en ley el delito y en delincuente a quien no asume la perversión de la ley con intereses sectarios e ignominiosos.
Porque de sectarismo y malignidad puede considerarse la intención de sobrepasar las leyes, de alentar marrulleramente el quiebre definitivo de la separación de poderes y facilitar la ausencia de un juez real que ponga equilibrio y coto al modo de hacer política y evitar sus abusos.
Durante el tiempo que Sánchez ha amagado, incluso negando la intención de ceder a las exigencias de los separatistas, una mentira más de las innúmeras compiladas en su despreciable personalismo político, ha quedado claro el concepto de amnistía y lo que supone otorgarla por encima del consejo jurídico o de la decisión de los tribunales.
La amnistía es un instrumento legal que busca otorgar perdón y olvido a los delitos cometidos en el pasado. Así fue cuando el intento de reconciliación de las dos Españas bajo un aceptado marco constitucional que suponía un compromiso de las distintas fuerzas políticas para crear un consenso de convivencia.
Sin embargo, cuando esta medida se proclama e impone de manera sectaria, sin considerar el bienestar general de los ciudadanos y con el propósito de favorecer intereses independentistas, los perjuicios pueden ser significativos para todo un país, cualquier país, y así será especialmente para España.
Los efectos negativos de proclamar e imponer una amnistía con motivos sectarios, socava la estabilidad y el desarrollo de una nación y significa asomarla al precipicio de unas incertidumbres que son poco tranquilizadoras, en cuanto a las referencias que la Historia nos muestra, cometiendo errores de bulto que algunos se empeñan en repetir.
La amnistía anunciada por Pedro Sánchez nace de la instrucción amoral de su proceder estandarizado en el mal de la mentira y el engaño permanente de las intenciones. Y lo que nace de la putridez moral está destinado a converger con las graves consecuencias sociales, políticas y económicas que conlleva transigir con las minorías que desean la desunión de propósitos y el reparto desproporcional de recursos contra el conjunto de una sociedad. Sánchez es el responsable de las futuribles y trágicas consecuencias que conlleva prescindir de reglas morales e imponer la indignidad, desde un poder tóxico a todo un país que tarde o temprano se hallará en el brete de obligarse a la autodefensa.
En cualquier nación saben cómo defenderse de las amenazas que pongan en riesgo la seguridad nacional, incluso en el caso de que esa amenaza sea el propio gobierno desmarcado de un pactado juego limpio del juego democrático.
Sin normas, sin reglas, sin arbitraje moral, las sociedades están condenadas a las hostilidades de la disensión y la radicalidad del enfrentamiento por las diferencias no canalizadas equilibradamente. El mismo Pedro Sánchez sabe lo que consiente con el juego sucio de la mentira que convierte permanentemente en un despreciable «cambio de opinión»:
1. Debilitamiento del Estado de Derecho
Proclamar una amnistía por motivos sectarios implica ignorar los principios fundamentales del Estado de Derecho, como la igualdad ante la ley y la imparcialidad judicial. Al favorecer a un grupo particular en detrimento de otros ciudadanos, se socava la confianza en las instituciones jurídicas y se debilita la base misma del sistema democrático.
2. Impunidad y falta de rendición de cuentas
Una amnistía sectaria puede permitir que aquellos responsables de delitos graves queden impunes, sin enfrentar las consecuencias legales por sus acciones. Esto no solo genera una sensación de injusticia entre las víctimas y sus familias, sino que también crea un ambiente propicio para la repetición de conductas criminales en el futuro.
3. Polarización social y división nacional
La proclamación e imposición de una amnistía sectaria puede exacerbar las divisiones existentes en una sociedad. Al favorecer intereses independentistas y pasar por alto los derechos y necesidades de otros ciudadanos, se alimenta la polarización social y se profundizan las grietas en la convivencia nacional. Esto puede llevar a conflictos internos y debilitar la cohesión del país.
4. Desincentivo a la inversión y desarrollo económico
La inseguridad jurídica generada por una amnistía sectaria puede ahuyentar la inversión extranjera y obstaculizar el desarrollo económico de un país. Los inversionistas buscan estabilidad y garantías legales para sus negocios, y la falta de justicia y equidad puede disuadirlos de invertir en un entorno incierto. Esto tiene un impacto negativo en el empleo, el crecimiento económico y el bienestar general de los ciudadanos.
Proclamar e imponer una amnistía por motivos sectarios, con el objetivo de favorecer intereses independentistas sobre el bienestar ciudadano, conlleva una serie de perjuicios que van más allá de lo legal. Desde el debilitamiento del Estado de Derecho hasta la polarización social y el estancamiento económico, los efectos negativos pueden ser duraderos y afectar a toda una nación.
Es de Perogrullo, fundamental, que las decisiones legales se tomen considerando el interés general y respetando los principios fundamentales de justicia, igualdad y democracia para asegurar un futuro próspero y equitativo para todos los ciudadanos. Pero esa no es la intención de Sánchez ni de sus correligionarios arrimados durante años, desde que secuestraron España, al mal a través del relativismo moral que sólo los espectros de bajos instintos son capaces de practicar sin menor atisbo de vergüenza personal y colectiva.
España está en manos de muertos vivientes que siguen la ceremonia de aquelarre que un mísero demonio sin conciencia, impone desde la guarida en funciones de La Moncloa. Pero tarde o temprano, aquellos que se decantan por la cómoda malignidad para salirse con la suya obviando los principios morales, terminan en el vertedero de los actos donde acumulan la podredumbre que un día les enterrará.
Son las lecciones básicas de la Historia que el ganapán monclovita ha olvidado soñando con las efímeras glorias que un día acabarán devorándole. Al tiempo.
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