Con el señuelo de Uropa, del consumismo y de la democracia armaron mucho jolgorio, haciendo creer a los cretinos y provincianos que se habían liberado del pasado; que Franco, caca, y que acabar con una nación próspera y liquidar una cultura de símbolos, tradiciones y significados era lo más mejor, y daba pedigrí internacional y, por supuesto, democrático.
A partir de ahí, les entregaron las urnas y el carné de tontos sin conciencia de ser tontos, les hicieron desear un viaje permanente a Babia, y les dijeron que todo significa lo que tú quieras que signifique, para que nada signifique nada, convenciéndolos, de paso, de que tal relativismo y, más allá, nihilismo era fascinante. Y tras de aquel revoluto impusieron lo antinatural, el transhumanismo y la cultura de la hispanofobia y de la muerte.
Así, mientras abrazaban el antifranquismo sociológico y los señuelos hedonistas, y se preocupaban por obtener todo tipo de bienes materiales, dejaron que se extinguieran los valores culturales y espirituales. Dejaron, con la ayuda de izquierdas y derechas, que se fuera extinguiendo lentamente España. Ciertamente, nuestra época es la del Desvanecimiento, que es antónimo de Renacimiento, y es la nuestra una clase de sociedad que ha de ser por fuerza mezquina e ignorante.
Pero quizás quienes han dirigido España desde hace casi cincuenta años, incluidos los oportunistas y peseteros mediáticos de derecha, aun representando admirablemente su papel de traidores y canallas, no sean tan hábiles, sino que algo muy profundo ha fallado en el alma de los electores. Que éstos tan sólo tratan de olvidar las miserias de su propia vida, sin asidero para la prudencia, la religiosidad ni la alegría. Porque esa es otra: el miedo ha matado la risa y sin alegría no hay esperanza ni fe. La existencia del diablo necesita del miedo.
El realismo es la experiencia de los ojos. Pero en España no hay ojos, mucho menos a la hora de los comicios. Los españoles llevan años metidos en la guarida del tigre, con un pedazo de carne en la mano, sin saberlo. Y el tigre se está riendo de ellos hasta que decida devorarlos. De momento, se conforma como el gato tontiastuto y gordinflón que juega con el hámster. Es su sañuda forma de humillarlos.
Algunos no podrán entenderse nunca con gentes que no hablan verdad, ni saben reñir con quien traen armas dobles en la frente, pero hasta que sean ceniza, más solos que la una y contra viento y marea, seguirán luchando por esa verdad que, en estepaís, no deja de ser violada.
Enhorabuena a los tigres.
Jesús Agular Marina (ÑTV España)