Puede que suene a frase hecha, sin embargo, es una realidad perfectamente contrastable con solo acercarnos a la frontera con la colonia inglesa de Gibraltar: España, limita al sur con una vergüenza.
En 1713, consecuencia de la Guerra de Sucesión, que instauró en el trono español a los Borbones, España cedió la plaza de Gibraltar a los ingleses de acuerdo con lo estipulado en el llamado Tratado de Utrech.
Las condiciones que se fijaron para aquella cesión contemplaban, de una parte, la delimitación del espacio cedido, circunscripto a la fortaleza, puerto y defensas de la plaza; de otra, la falta de comunicación con zonas limítrofes y, por último, el derecho de retrocesión a España en caso de que Gran Bretaña conculcase lo pactado.
Muchos fueron los intentos para recuperar lo que es nuestro, llevados a cabo a lo largo de los años que, lamentablemente, no dieron los frutos apetecidos y, por tanto, el estatus de colonia, la última de Europa, sigue manteniéndose en la actualidad.
Con ocasión del gobierno del General Franco se procedió a recrudecer las medidas de aislamiento de la plaza con el fin último de ahogarla, obligando así a su retrocesión. Hay quien asegura que si aquella situación se hubiera mantenido, hoy en día en Gibraltar ondearía la Bandera de España. Sin embargo, no fue así.
Con anterioridad, en 1938, aprovechando que España estaba inmersa en una guerra civil, los ingleses decidieron, de forma unilateral, ampliar una pequeña pista de aterrizaje cuya construcción había permitido, en 1935, el gobierno español, lo que sirvió de base para la construcción del actual aeropuerto instalado en aguas territoriales nacionales.
De igual modo, aprovechando la benignidad de España, y aduciendo, en ocasiones, razones humanitarias, los ingleses fueron haciendo suya la zona desmilitarizada, ganando a nuestra costa terreno para la colonia.
La verja de Gibraltar se cerró en 1969, dando así fiel cumplimiento de lo dispuesto en el Tratado de Utrech. Sin embargo, tras la llegada de la democracia, tal vez con el fin de acercarnos más a la tan añorada y deseada Europa, las medidas de ahogamiento de la colonia comenzaron a ser más laxas, permitiendo todo aquello que fuese de interés para los ilegítimos ocupantes de aquel trozo de la soberanía nacional e, incluso, franqueando la verja, permitiendo el libre tránsito entre la colonia y nuestro territorio como si de dos países se tratase.
Los sucesivos gobiernos no supieron o no quisieron aprovechar la entrada de España tanto en la Comunidad Económica Europea o en la Alianza Atlántica para reivindicar, como condición sine qua non para nuestro ingreso, la devolución de Gibraltar a su legítimo propietario.
Desde entonces se ha permitido todo. Se ha ampliado el espacio de la colonia a costa de nuestras aguas territoriales; se ha permitido que submarinos nucleares de Su graciosa majestad, con el riesgo que ello entraña, atraquen en Gibraltar; se persigue a nuestros pesqueros en nuestras aguas jurisdiccionales y, para colmo, se ha permitido que la Selección Nacional de Fútbol de Gibraltar participe, al mismo nivel que el resto de los países, incluido el nuestro, en la Copa de Europa de Selecciones Nacionales lo que viene a demostrar, una vez más, el poco peso específico que tenemos en los foros internacionales.
De muy poco o de nada ha servido que la ONU determinase, en 1965, que Gibraltar es un territorio no autónomo pendiente de descolonizar ya que los ingleses, esos para los que hay que mirar cuando los buenos españoles meamos, como decía D. Blas de Lezo y Olabarrieta, se lo pasan por el arco del triunfo.
Es una situación que debería darnos vergüenza a todos los españoles, empezando por los sucesivos gobiernos que han regido los destinos de España durante los últimos años y siguiendo por todos los españolitos, más preocupados por todas esas estupideces en las que andamos metidos que solo sirven para distraer nuestra atención sobre los asuntos auténticamente importantes.
Lo hemos dicho más veces, somos el hazmerreir no solo de Europa, sino también del mundo ya que nadie, con dos dedos de frente, puede entender cómo en un país europeo, en pleno siglo XXI, su futuro esté en manos de los que quieren, a toda costa, destruirlo o de una banda de asesinos que se llevó por delante a cientos de buenos españoles.
Evidentemente, con gente de esta calaña es imposible que la recuperación de una parte de nuestro territorio se convierta en un objetivo prioritario. En consecuencia, mientras los que nos gobiernan no sean españoles de verdad, cuya única preocupación sea el bienestar de la Patria y de todos nosotros, España seguirá limitando al sur con una vergüenza.
Eugenio Fernández Barallobre (ÑTV España)