Incapaz de protegerse contra las perversiones ideológicas del social-comunismo internacional, impotente ante las acometidas de los totalitarismos de corte bolivariano, ignorante de las sutiles y arteras añagazas con que sus enemigos la desarman y engañan, limitada y disminuida en su obligada reacción contra los permanentes ataques de las furias socialistas, enceguecida para poder vislumbrar los fulminantes destellos que anuncian su irremediable muerte.
Democracia castrada de antemano por sus adeptos, por sus hipócritas y cobardes representantes, por sus sacerdotes que tienen el deber inexcusable de velarla y protegerla. ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos. Pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de impurezas.
España, hasta hace 15 minutos, era el paradigma de una Democracia plena y consolidada; de los 48 millones de ciudadanos, 58 millones eran fervorosos demócratas, adoradores del becerro democrático, defensores a ultranza de las mieles democráticas, convencidos deudores de la Transición democrática española. La Democracia era la seña de identidad, la denominación de origen, el sello de calidad que nos diferenciaba de los demás.
De la mano de la indolencia, la necedad, la cobardía, el buenismo y la incuria, hemos acompañado al Leviatán totalitario al mismo zaguán de la casa común de los españoles. ¿Tan complicado y abstruso era advertir-desde los tiempos del “execrable” Zapatero, hasta la toma del relevo por Sánchez, el Príncipe de las Tinieblas- que la Democracia y el Régimen Constitucional iban a ser dinamitados para lograr su total destrucción?
Honrando a las excepciones, a los que de una forma u otra han contribuido a denunciar, a hacer un acertado augurio de lo que iba a suceder, no es baladí, y sí pertinente, el preguntarse, de esos millones de españoles que han vivido impasibles, indiferentes a las constantes perrerías gubernamentales y a los reiterados ataques a la convivencia, la democracia y la constitución durante lustros, ¿ cuántos de ellos, ahora que la Bestia está en el atrio de nuestra casa, podrán ser recuperados para defender el Orden Constitucional y la Democracia?
¿Cuándo el principal partido de la oposición, responsable por inacción de la dramática situación en que España se encuentra, llegará al convencimiento de que para combatir a alguien que está dispuesto a revertir las estructuras del Estado, hay que hacerlo con gran furia y determinación?
El Partido Popular desde la época de Rajoy ha sido un fake en lo relativo al exigido combate contra Zapatero y Sánchez y lo seguirá siendo mientras no demuestre lo contrario; España nunca ha contado con un Cicerón que con contundencia y determinación se dirigiera a Sánchez/Catilina de esta forma: ¿Hasta cuándo has de abusar de nuestra paciencia, Catilina/Sánchez? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos?
No todo se circunscribió a palabras, a diatriba senatorial. Cicerón, cónsul de la República, en el año 63 a.C, había previsto disponer de las legiones suficientes para enfrentarse si fuera necesario a Catilina, como así ocurrió, dando por finalizada la conjuración contra la República romana y con su vida.
Toda la basura vertida por Sánchez y sus lacayos frentepopulistas sobre España y los españoles, está demasiado a la vista para que puedan seguir engañando a nadie (exceptuando a los socio-comunistas de pátina secular, de pecado original); por tanto, teniendo en cuenta que la traición de estos sujetos a España los rebaja al nivel de la inmundicia, tenemos como resultado, una suma de mierda socio-comunista que empieza a descomponerse, a emitir un hedor insoportable, lo cual nos obliga a todos, bien digo, a todos los señalados en la Carta Magna, que en definitiva somos el conjunto de los españoles, a retirar de nuestras ciudades y campos la inmensa cochambre depositada durante décadas.
Antonio Cebollero del Mazo (ÑTV España)