Todas las maniobras nauseabundas que estamos contemplando últimamente. Todas las asquerosas propuestas de unos y otros, partidos que nos sangran, están pensadas para que se les vote. En la feria surrealista de la indecencia que se materializa en una comedia que se parece más a las películas de los Hermanos Marx que a una seria y congruente petición del voto como contrapartida de hechos y proyectos factibles de realizar, miramos como las vacas miran pasar el tren, con la diferencia sustancial de que a las vacas no les importa eso que pasa, aunque las extrañe sin inquietarlas lo más mínimo.
Esta sociedad de gentes amorfas y ágrafas ven a estos políticos abrazafarolas y delincuentes como si fueran vacas y se creen todas las patrañas que prometen, en un primer momento, para votarles y seguir viviendo de la miseria moral y física mientras ellos se aseguran el sillón y se ríen a carcajadas del pobre imbécil que les da su confianza para que no gobierne el del otro partido, y así nos va. Es la mentira del sufragio y las urnas.
Ni un solo partido de estos que se arrastran ahora como putas por cenáculos y plazas merecen un solo voto de personas honradas y morales. Es más, todo aquel que se sienta católico, por ejemplo, no puede dar su confianza trasformada en voto a ninguno de estos partidos delincuentes y canallas que forman listas con una sola preocupación, su bienestar personal y el de sus amiguetes.
Si en la actualidad hubiera una Iglesia de Dios, esta se preocuparía de cuidar a sus fieles y prevenir que su pueblo vote a asesinos de niños. A partidos que destrozan la infancia con políticas monstruosamente indecentes. Ante la posibilidad del voto a todos estos partidos, la iglesia tiene el arma de la excomunión que debería ser anunciada en comunicado oficial por parte del estamento eclesiástico ante los próximos comicios de este año.
No les voten. No forme parte de un simulacro demencial y tristemente contable. Elijan defender sus principios morales y no insulten a la decencia.
Alejandro Desclzo (ÑTV España)