Soy partidario de la libertad, al menos de aquella que no conculque los pilares básicos por los que debemos regirnos. De hecho, creo que, una vez establecidas las reglas del juego, cualquier opinión o parecer cabe, siempre y cuando no sirva para coartar o limitar los derechos de los demás y, siempre y cuando, esas normas sean de igual aplicación para todos, cosa que no sucede actualmente.
Por lo que he sabido, la alcaldesita de La Coruña, una déspota totalitaria como así lo viene demostrando, además de una inepta a la hora de gobernar el rumbo de la ciudad, ha autorizado el uso de un local municipal para que los comunistas o quienes sean homenajeen a Lenin, con motivo de la conmemoración de no sé qué aniversario.
Realmente, se trata de un acto que ni me molesta ni me importa toda vez que no voy a asistir a él por propia convicción y por el significado del personaje al que piensan homenajear, un tipo que me parece deleznable. Sin embargo, si alguien, en el ejercicio de su libertad quiere ensalzarlo, tampoco tengo que poner el grito en el cielo pues, como he señalado, es su derecho.
Incluso, no me molesta y mucho menos me sorprende que la alcaldesita ceda, para este fin, un espacio municipal siendo conocedor, como soy, de su trayectoria política al frente del Ayuntamiento coruñés en el que hasta sus propios correligionarios están hartos de ella.
Sin embargo, me gustaría saber si ese talante, en apariencia, democrático lo observa esta señora con los demás, algo que dudo muchísimo. Por ejemplo, me gustaría saber si mañana autorizaría, en una dependencia municipal, la celebración de un homenaje a José Antonio o a Francisco Franco ya que de no ser así ese supuesto e inexistente talante democrático pondría de manifiesto, una vez más, el sesgo totalitario del que hace gala esta señora.
Hemos vivido tiempos en La Coruña en los que, pese a gobernar los socialistas, en este caso Francisco Vázquez, se respetaban, de forma escrupulosa, los derechos de unos y otros. Es verdad que, durante aquellos años, muchas calles y plazas coruñesas se bautizaron con los nombres de destacados socialistas y republicanos -Pablo Iglesias, Azaña, Indalecio Prieto, los hermanos de la lejía, etc.-, sin embargo, también se respetó la nomenclatura callejera existente y, de esta suerte, calles como General Sanjurjo, General Mola, Alférez Provisional, etc., convivían, en armonía, con las antes mencionadas al formar todos parte, nos guste o no, de la historia de España.
Incluso, a lo largo de aquellos años, en el acceso al viaducto de salida de La Coruña seguía presente el monolito en el que figuraba la leyenda “viaducto del Generalísimo”, en la misma medida que en el inmueble número 2 del Cantón Pequeño seguía visible la placa que denominaba aquella avenida como “Cantones de José Antonio”.
Sin duda, era otro talante que propició la reiterada permanencia de Francisco Vázquez al frente del Ayuntamiento, al que yo mismo voté en todas las ocasiones, por tratarse de alguien que sabía sumar, en lugar de restar, algo poco frecuente en los socialistas y en la izquierda en general.
Hoy vivimos otros tiempos. El totalitarismo, al más rancio estilo bolchevique/bolivariano, se está engullendo una buena parte de nuestros derechos y libertades sin que parezca que cause la mínima preocupación entre una buena parte de los españoles.
La corrupción domina España hasta el punto de convertirse en la comidilla de cada día y eso que una buena parte de la prensa -aquello que pomposamente denominaban el “cuarto poder”- está comprada por el poder político y se cuida muy mucho de poner al gobierno contra las cuerdas.
En España, no despertamos cada día con una novedad capaz de insultar nuestra inteligencia. Hoy hemos sabido, por ejemplo, que la mona esa presumida de Ferrol, la “tucán”, pretende, aduciendo la salud del planeta -siempre la misma cantinela- que la gente se vista con ropa de segunda mano, en tanto que ella estrena, cada día, un modelito de Prada. Es el colmo del cinismo comunistoide, ese que se está llevando a España por delante.
Igualmente, la MEMA, otra que tal baila, sale a la palestra declinando toda responsabilidad al respecto de las consecuencias de la inoculación de la supuesta vacuna covid, aduciendo que la gente se la puso de forma voluntaria.
El colmo del cinismo. Claro que se la puso de forma voluntaria, pero se olvida de las llamadas a casa para darte hora y lugar para la vacunación e incluso la exigencia para poder disponer del pasaporte covid con el que se abrían puertas que, de otra manera, estaban cerradas, amén de la campaña de propaganda subliminal para que todo el mundo se vacunase.
Y, mientras tanto, a ese pobre hombre de 80 años, por defender su vida y su hacienda contra un delincuente, lo condenan a siete años de cárcel y a satisfacer una multa. Solo falta que le exijan que le lleve flores al cementerio.
Pobre España en manos de quien está y lo malo es que nadie le pone remedio.
Eugenio Fernández Barallobre (ÑTV España)