La airada reacción de Pedro Sánchez ayer en el Congreso, exigiendo hasta en tres ocasiones a Núñez Feijóo que provoque la dimisión de Díaz Ayuso enlaza directamente con el estado de nerviosismo en que se ha instalado el PSOE con la corrupción del caso Koldo y, como cuestión de fondo, con su pérdida de control sobre el enrevesado escenario político.
Sánchez siempre ha estado acostumbrado a gobernar en condiciones complejas dada su minoría electoral y lo sinuoso de sus alianzas con sus socios.
Pero por primera vez no está en lo que se denomina el ‘dominio del hecho’, y la inesperada convocatoria de elecciones en Cataluña el 12 de mayo no hace sino contribuir mucho más a la incertidumbre sobre la que se asienta la legislatura.
Ahora será más complejo pugnar contra dos socios como ERC y Junts, que a su vez entran en conflicto electoral lógicamente, y también dificulta el papel del PSC, temeroso del daño que pueda hacerle en Cataluña el clima radicalmente contrario a la amnistía que existe en el resto de España.
Lo mismo ocurre con los Presupuestos Generales del Estado. Todo se le complica sobremanera a Sánchez.
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