Son individuos sin nada de inteligencia. Son parte de una sociedad que va trasmitiendo su idiocia a través de los tiempos. Existen en todo el mundo, pero en España, como en todo lo malo, somos los campeones. Estoy hablando de «los huele muertos» ¿Se acuerdan ustedes cuando hacían cola las mañanas de los domingos en los cines para sacar entradas?

Pues «los huele muertos» hacen algo parecido, pero salvando las distancias, forman colas insanas para visitar capillas ardientes y además les da igual a que muertito se va a ver, ellos se pasan horas para cotillear con un regocijo absurdo e insano, esa morbosidad de ver de refilón al finado. Es lo mismo hacer una inmensa fila para Isabel II, el Papa Benedicto XVI, o Pelé, ellos en su inmenso espíritu bobino van a la cola sin discriminar a nadie. Son tontos voladores y se sienten orgullosos de ejercer. 

Cuando murió el Generalísimo, el pueblo hizo colas de kilómetros por dar un último adiós y su agradecimiento a nuestro Caudillo. Todos fuimos testigos de este hecho y algún «huele muertos» habría, no lo dudo, pero muy pocos porque el grueso de estos estaba brindando con champán muy calladitos en sus casas planeando el momento de despedazar la inmensa obra de progreso de Franco.
Su alegría era la misma de aquellos terroristas que brindaban en las cárceles cuando volaban una casa cuartel de la guardia civil, un autocar de guardias jóvenes, o la cabeza de algún inocente llevara uniforme o no. Era una guerra que al final han ganado.
Yo reconozco que, sin brindis, cada vez que casca uno de ellos. Cada vez que se va al infierno un rojo, me alegro. Por ejemplo, recuerdo con mucha alegría las muertes de los criminales, Ibarruri y Carrillo. Y recuerdo con gran regocijo cuando a algún hijo de puta de ETA le estallaba uno de sus artefactos en las manos. Alegría total.
Hace unos días se ha muerto Nicolás Redondo y ha vuelto a salir a la palestra todo este ganado de políticos a loar al tipejo. Hablaban del personaje histórico del PSOE y gran líder y a la sazón, gran estadista sindical de UGT.

Todo muy bonito, pero nadie recordó el fraude, por ejemplo, de la cooperativa de viviendas PSV, que timó a muchos trabajadores su dinero y que acabó con una quiebra mal arreglada con la perdida a una gran mayoría de cooperativistas de gran parte de lo aportado y en el mejor de los casos con unos pocos pisos terminados con un incremento sobre el valor inicial de entre un 7 u 8%. Nadie del invento fue a la cárcel y Nicolás era secretario general del sindicato trincón. 

Mucha emoción en la sede central de UGT de aquí en Madrid, donde se instaló la capilla ardiente que fue visitada por mucha gente con gesto de dolor y consternación, entre ellos el inefable Feijóo, que entre loa apasionada y loa dolorosa, parecía un Zombi sin futuro.

Un «huele muertos» más. 

Alejandro Descalzo (ÑTV España)

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 13/06/2024

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