Si un hombre o una mujer despertara hoy, después de años de oscuridad, descubriría que el mundo ha girado hacia atrás a lomos de una tecnología que secuestra el pensamiento y lo sustituye por la mentira programada.

La clase ignorante es hoy la que domina, los pensadores están proscritos o a sueldo, en la escuela hay activistas de la confrontación y, a veces, profesores. Los periódicos aceptan ser panfletos, las emisoras de radio, un ring, y las televisiones una trampa que convierte los mensajes seleccionados en pensamiento oficial.

Los que se atreven a disentir saben que su destino es la cancelación social, política y cultural. Su reto ético una nueva revolución de los claveles pero no el intento frustrado de los portugueses que cometieron el error de creer en los políticos que sustituyeron a los dictadores, sino la apuesta por algo capaz de florecer y arraigarse.

Cuando el poder no tiene fronteras que permiten visualizar sus límites, y los que alguna vez pensaron que eran honestos se asocian como siervos en torno a un dictador que no perdona a sus traidores y desprecia a los tibios, solo quedan dos salidas para los héroes: la lucha cuerpo a cuerpo o la calculada traición.

Nunca ha existido el mundo de la cultura (como gustan autodenominarse los ignorantes de la secta), porque la sabiduría no es colectiva sino individual: cada mujer y cada hombre tiene que ganarse por sí mismo el conocimiento que les convierte en ciudadanos libres.

Los sabios guardan silencio y dan ejemplo cuando la dignidad lo exige, no como los que exhiben sus títulos carcomidos por la complicidad con el poder.

Nos gobiernan los que deben servirnos y no lo hacen, nos abusan los que deberían protegernos según la ley, nos amenazan los que manejan nuestros impuestos mientras se enriquecen y nos empobrecen, nos mienten los que prometieron ser leales a la Constitución y las leyes, nos desprecian los que están haciendo méritos para ser juzgados y condenados. 

Son hábiles comprando voluntades y convirtiendo en esclavos a sus siervos.

Se sabe quiénes son no por sus coches oficiales y escoltas, sino por el desprecio con el que son recibidos por los ciudadanos a los que ya no pueden engañar por más que a  sus bien pagados mamporreros mediáticos se duelan de sus mandíbulas.

Diego Armario

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 24/11/2024

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