Feijóo no parece advertir la gravedad del riesgo que entraña la posibilidad de que Sánchez, auspiciado por todas las trampas e intervenciones sectarias de organismos, empresas e instituciones, repita legislatura para culminar los destrozos de estos años pasados.
La tibieza, sinónimo de hipocresía, es paradigmática en el PP actual que permite las tropelías de la izquierda radical por esa acomplejada especulación en el cómputo electoral, más preocupado de satisfacer a los descontentos del voto socialista que a su legítimo electorado.
Siempre la pifian incluso con las aparentes victorias porque, después de los tiempos sólidos de Aznar, los delfines carecen de valor y carisma como para postular como propias las reivindicaciones ideológicas sin mimetizarse con la siniestra.
Feijóo es más nacionalista gallego que prócer español, más acostumbrado a contentar exigencias aldeanistas que a defender la soberanía española, y con estos mimbres, esta cojera de patriotismo relativista, no es extraño que cayera en la trampa de desbloquear al CGPJ dando carta blanca a la mayoría progresista; incluso hubiese facilitado el acceso a jueces podemitas, ahora que van camino los bolivarianos de convertirse en organización criminal según las investigaciones judiciales que demostrarán cómo se nutrió delictivamente Podemos financiado millonariamente por el narcotráfico. Si hay Justicia así será.
Feijóo es un traidor disfrazado, un contrincante flojo ante los enemigos de España, un vendido a conveniencia que, teniendo todo a favor en las encuestas, ha decepcionado por sus devaneos con el sanchismo abriendo paso al independentismo también por el control del Alto Tribunal.
Con ese efecto carambola también el Tribunal Constitucional fue afectado para implosionar el poder judicial al completo favoreciendo pactos oscuros con los independentistas. Se ha aflojado el acelerador después del descarado escrito en pos de la meta del Constitucional a merced del sanchismo posicionado Conde-Pumpido para futuribles apaños.