En el siglo XVI el rey Felipe II estableció la jornada de ocho horas. Estableció que…
»Todos los obreros de las fortificaciones y las fábricas trabajarán ocho horas al día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los ingenieros según el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor del sol y permitirles el cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a sus deberes».
También se dice que los trabajadores que construyeron El Escorial recibían diez días de vacaciones al año percibiendo íntegro el salario, además, tenían derecho a recibir media paga si resultaban heridos en las obras…
»Si el trabajador se descalabrase que se le abone la mitad del jornal mientras dure la enfermedad».
Estas mismas condiciones laborales también se implantaron entre los indígenas de América.
Luego tendríamos el domingo como día de descanso. Un 7 de marzo del año 321 el emperador romano Constantino »el Grande» emitió un edicto declarando que el domingo tenía que ser día de descanso…
»En el venerable día del Sol que los magistrados y las personas que residan en las ciudades descansen, y que todos los talleres cierren».
Es verdad también que…
Es verdad también que…
»En el campo, sin embargo, que la gente que se ocupa de la agricultura pueda libre y legalmente continuar con sus tareas porque a menudo sucede que otro día no es adecuado para la siembra del grano o la plantación de viñas; no sea que por descuidar el momento propicio para tales operaciones la liberalidad del cielo se pierda».
Otra cosa es que estos éxitos con el paso de los siglos se mandaran a la mierda. Pero que no digan que originariamente son éxitos modernos sindicales porque no lo son.
En fin. ¿»Autócratas», como los llaman algunos, yo no por supuesto, siempre mirando más por el obrero que los llamados demócratas liberales?.
Pues sí, aunque no se quiera reconocer, eso es así.
Ivan Guerrero Vasallo (ÑTV España)