La realidad está empeñada en desmentir al ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, y enrostrarle su falta de competencia en el cargo, después de que en su reciente comparecencia en el Senado afirmara con rotundidad que «el tren vive en España el mejor momento de su historia».
Desde el 23 de agosto, fecha de esa comparecencia, los incidentes en el servicio ferroviario se han seguido produciendo, contradiciendo a un ministro que la pasada semana se vio obligado a destituir al presidente de Adif, Ángel Contreras, que apenas llevaba nueve meses en el puesto. El cese coincidió con un nuevo día negro en las estaciones madrileñas de Atocha y Chamartín y la barcelonesa de Sants, donde llueve sobre mojado.
Más allá de unos episodios críticos cuya frecuencia está creando malestar con un servicio público en el que los españoles confiaban, los parámetros operativos de Renfe se siguen deteriorando a marchas forzadas y Puente parece incapaz de poner freno a esta erosión del servicio. ABC publica hoy un estudio, a partir de los datos de la propia Renfe, que revela que los tiempos de viaje explicitados por el operador público son mayores que el año pasado. Según sus propios cuadrantes, uno de cada cuatro convoyes de Renfe de media y larga distancia, así como de alta velocidad, han circulado más lentos en el último año que en relación al mismo periodo del ejercicio anterior.
Este aumento de los tiempos de servicio ya no es considerado retraso por Renfe porque los ha incorporado a su tabla de horarios, así que no afecta a la puntualidad, parámetro del que Puente sacó pecho en su comparecencia en el Senado. Además la compañía abandonó la política de indemnizaciones por retraso de sus trenes y sólo devuelve la mitad del precio del billete si la impuntualidad supera una hora.
Los números de la media y larga distancia indican que Puente carece de habilidades para reaccionar ante la competencia que Renfe afronta en la alta velocidad y transformarla en lecciones a aplicar para mejorar el funcionamiento global de la compañía.
Mucho muro y mucho fango, pero a la incapacidad del Gobierno para sacar adelante proyectos legislativos se suma la de saber enfrentar los problemas de gestión de las empresas públicas.
ABC