Parece ser que circula por la gran mayoría de los mentideros de izquierdas e incluso por algunos de derechas la creencia de que Pedro Sánchez es, debido a su capacidad de resiliencia, la viva imagen del político que generalmente consigue lo que se propone.

Ciertamente, si obviamos su carencia de principios morales, así como su falta de convicciones ideológicas y centramos nuestra atención en su maquiavélica concepción de la política, podría parecer que aquellos que así piensan efectivamente tienen razón.

Sin embargo, cuando analizamos la cuestión en profundidad podemos comprobar que el precio a pagar por P. Sánchez a lo largo de su andadura política es sumamente elevado, ya que la imagen que proyecta a la ciudadanía es la de un consumado trilero carente de escrúpulos.

Y esto es así porque detrás de cada investidura nos encontramos con que el psicópata monclovita para conseguir alzarse o mantenerse en el poder se ha visto en la obligación de hacer caso omiso de sus propios compromisos programáticos, para ceder sumisamente ante las exigencias de comunistas e independentistas en todas y cada una de las negociaciones llevadas a cabo con los mismos para conseguir su apoyo parlamentario.

En definitiva, podría decirse, sin temor a equivocarse, que P. Sánchez no solo es un manifiesto tramposo y un mentiroso compulsivo, sino que, además de todo ello, es también un perdedor nato sin un atisbo de credibilidad, salvo para los indigentes intelectuales o los estómagos agradecidos. Como dicen que “de muestra vale un botón” nada mejor que mostrar varios botones para validar la veracidad de tal reflexión.

Así, antes de las elecciones generales de 2019 P. Sánchez manifestó públicamente en repetidas ocasiones que no pactaría con Podemos, entre otras cosas porque gobernar con Pablo Iglesias le provocaría insomnio, ni tampoco con los independentistas, por no compartir sus objetivos rupturistas.

Pues bien, tras los pobres resultados cosechados por el PSOE en dichas elecciones, P. Sánchez ignoró por completo sus compromisos preelectorales, conformando un Gobierno de coalición con Podemos apoyado por el golpismo catalán y el filoterrorismo vasco.

De esta forma, aparte de tener que soportar los continuos exabruptos de los marqueses de Galapagar, P. Sánchez tuvo que aceptar como parte del acuerdo con la formación morada la promulgación de leyes tan aberrantes como la “ley trans” (que permite comenzar la hormonación para el cambio de sexo a jóvenes de 16 años, sin contar para ello con el permiso paterno ni con informes psicológicos), la “ley del solo sí es sí” (que supuso la puesta en libertad o la reducción de penas a miles de agresores sexuales), la “ley de seguridad ciudadana” (que beneficia a los delincuentes al poner numerosas trabas a la labor policial) y la “ley de la vivienda” (que apoya e incentiva la ocupación de inmuebles al dificultar sobremanera el desalojo de todos aquellos que usurpan una vivienda ajena).

A su vez, debido a su inaudito sometimiento a las condiciones impuestas por los partidos independentistas para concederle su apoyo, entre otras lindezas P. Sánchez tuvo a bien indultar a los golpistas catalanes encarcelados, eliminar el delito de sedición, rebajar las penas por el delito de malversación, permitir los actos del enaltecimiento del terrorismo en las calles del País Vasco, acercar a los presos etarras a las cárceles vascas y posteriormente transferir las competencias en materia penitenciaria al Gobierno vasco, para que de esta forma los terroristas obtuvieran la libertad condicional.

En conclusión, para lograr ser investido presidente, P. Sánchez no dudó ni un instante en someterse a los delirantes planteamientos ideológicos de los podemitas, eliminar las repercusiones jurídicas de una posible reedición de un “Golpe de Estado” en Cataluña y blanquear al terrorismo etarra, todo lo cual constituye sin duda uno de los cócteles políticos más atroces que uno se pueda imaginar.

Pasó el tiempo y llegaron las elecciones generales de 2023, en las que el PSOE volvió a obtener unos paupérrimos resultados, de tal forma que P. Sánchez para conseguir ser investido nuevamente presidente del Gobierno necesitaba el apoyo de todos los partidos del arco parlamentario, si exceptuamos a PP, Vox y UPN, los cuales por razones obvias no le iban a conceder su voto.

De esta forma la entrada de Junts en la ecuación parlamentaria supuso una nueva fuente de inestabilidad gubernamental, ya que su líder Carles Puigdemont -conocedor de su privilegiada posición y de la marcada propensión del psicópata monclovita a plegarse a todo tipo de exigencias para mantenerse en el poder- elevó la apuesta independentista.

Así, Junts arrancó al PSOE la “ley de amnistía”, a pesar de que la totalidad del PSOE antes de las elecciones la consideraba absolutamente inconstitucional y por ello inaceptable. Como consecuencia de dicha ley los sediciosos y malversadores integrantes de Junts y ERC, así como los descerebrados terroristas de los CDR y Tsunami Democràtic pasaron a ser unos angelitos de la caridad perseguidos por unos jueces y policías de ideología fascista, lo cual evidentemente tiene connotaciones perversamente delirantes.

Tras este bochornoso espectáculo ofrecido por el PSOE y con la plana mayor del gabinete ministerial tratando de desdecirse para justificar la nueva “bajada de pantalones” de su amado líder, llegaron las elecciones autonómicas catalanas y aquí se armó la marimorena, debido a que en este caso ya no solo se trataba de concesiones políticas y jurídicas al independentismo catalán con la falsa excusa de normalizar la relación entre la nación española y la región catalana, sino que las nuevas prebendas otorgadas al separatismo golpista para conseguir que un socialista tan inepto como Salvador Illa fuera investido presidente de la Generalidad afectaba directamente al bolsillo de las familias españolas.

Así, P. Sánchez acordó con ERC, por un lado, condonar 15.000 millones de la deuda que la Generalidad catalana tiene contraída con el Estado español y, por otro lado, dotar a Cataluña de un “modelo de financiación singular” que no supone otra cosa que dinamitar los principios de equidad y solidaridad interterritorial y subsidiariamente fulminar el principio de igualdad interindividual en lo relativo al acceso a los servicios sociales.

Tal ha sido el impacto de dicha medida que no solo las CC.AA. gobernadas por el PP se han opuesto a la implementación de un modelo asimétrico de financiación autonómica, sino que también lo han hecho las gobernadas por el PSOE.

De esta forma, hemos podido ver cómo, en un alarde de cinismo con la espuria intención de negar que lo que se concedía a los catalanes era un cupo a la vasca, la ministra de Hacienda Mª Jesús Montero señalaba con vacua grandilocuencia que “el acuerdo dice lo que dice y no dice lo que no dice”, viniendo a poner de manifiesto tan profunda reflexión que la inteligencia es fruta prohibida en el Palacio de la Moncloa.

Decía Luis Eduardo Aute en su canción “La belleza”: “Míralos como reptiles al acecho de la presa, negociando en cada mesa maquillajes de ocasión (…) Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta, mercaderes, traficantes, más que nausea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza”.

Quizás se pueda decir más alto, pero desde luego difícilmente se puede superar la claridad descriptiva que estas estrofas hacen del socialismo del siglo XXI, encarnado, no solo en España sino también en el conjunto de la Unión Europea, por un sujeto tan despreciable como P. Sánchez, a quien los españoles, desde luego, no han de guardar en su gloria.

Rafael García Alonso (ÑTV España)

Categorizado en:

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Última Actualización: 02/10/2024

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