Ayer el deporte volvió a hacer patria: Carlos Alcaraz y la selección española de fútbol nos dieron una doble alegría al ganar el torneo de tenis más prestigioso del circuito en Wimbledon, y la selección española de futbol se corono por cuarta vez en Europa al ganarle a todos los rivales a los que se enfrentó.

España se juntó para celebrar unos triunfos con sabor a caviar y a cerveza, a pelo lago y cabezas rapadas, a pijerío y a pasión de barrio, a españoles de aquí y de allá, a forofos y a espontáneos, a nacionales y extranjeros amigos, a gente que nació aquí o allá y, por una semana o unas horas, hemos vuelto a vibrar con la pasión y la alegría de algo que no tiene nada que ver con el estiércol de la política nacional.

En las calles de ciudades de Cataluña y Euskadi se han juntado cientos de ciudadanos viendo el partido y coreando el triunfo de la roja  que es el color de la camiseta de la selección española de futbol .  

Algunos resentidos como el vomitivo Arnaldo Otegui y otros enfermos del odio han pasado un mal rato , mientras que los demás sin distinción de pensamiento, hemos disfrutado del orgullo de ser españoles gracias a jóvenes mestizos unidos por un deporte y una bandera que nos une.

La sinfonía deportiva de la selección española de futbol y de Carlos Alcaraz nos ha vuelto a unir. Nos enorgullece lo que somos capaces de hacer gracias a estos triunfos que acallan los ecos del lamento triste que exhalan los gafes de este país, llamado España, que solo se sienten reconocidos en el enfrentamiento entre compatriotas.

Las calles  se han  llenado de alegría y de colores con los chavales y los viejos, las chicas jóvenes y  los forofos que saben disfrutar como nación cuando  alguno de nuestros deportistas nos da una alegría.

Ayer no hubo ningún político profesional barriendo para casa porque el triunfo eran de todos los españoles sin excepción.

Diego Armario

Categorizado en:

Sociedad,

Última Actualización: 15/07/2024

Etiquetado en: