Ayer tuvimos la oportunidad de ver, en primer plano, cómo se conducen los valientes, los que saben arrostrar los riesgos, y como lo hacen los cobardes, esos que corren a esconderse, ocultos bajo un paraguas, con el rabo entre las piernas, cada vez que ven peligrar su integridad.
Hoy, hemos visto la gran diferencia entre la actuación de S.M. el Rey, incluso de la Reina, capaces de dar la cara y hacer frente a sus responsabilidades, y la del satrapilla moncloita, el chulo de barrio chino, con andares chulescos y pantalones de pitillo, que, en lugar de afrontar su responsabilidad, por la que cobra del dinero de todos, da media vuelta y escapa como las ratas lo hacen cuando el barco se hunde.
Lo de hoy en Valencia fue, además de lamentable, indigno de alguien que tiene como sagrada misión estar al frente del gobierno de una Nación y deja bien a las claras quien es el personaje en cuestión y, sobre todo, el cariño que se ha granjeado del pueblo al que gobierna.
Todos en la vida hemos tenido que afrontar momentos difíciles en los que, incluso, hemos puesto la vida en peligro, sin embargo, por honor, por dignidad y por amor propio hemos sabido dar la cara y aguantar lo que nos venía encima, en muchos casos porque nos iba en el sueldo.
Pero si dar la espalda y correr a esconderse como un cobarde, rodeado de escoltas y oculto bajo un paraguas, pone de manifiesto la auténtica realidad de un individuo, más allá de lo que nos haya querido hacer creer, dejar abandonado a su suerte a su superior inmediato deja bien a las claras su ínfima catadura moral y humana.
Los que hemos tenido el alto honor de Jurar la Enseña Nacional recordamos, en la fórmula de nuestro juramento, aquella frase “… obedecer y respetar al Rey y a vuestros Jefes, no abandonarlos nunca…” Se ve que para este tipejo nada de eso cuenta. Para él, sólo sirve aquello de sálvese quien pueda.
El Rey y la Reina supieron afrontar sus responsabilidades y aguantar el tipo en momentos especialmente dramáticos en los que la indignación popular se convirtió, con razón, en protagonista de la jornada, en tanto que, el moncloita, escapó como las ratas, evitando así escuchar lo que se merece oír de boca de la mayor parte de los españoles de bien.
Ahora, los sociatas, tan valientes ellos, nos dirán que la huida del satrapilla se debió a razones de seguridad y que fueron órdenes emanadas del jefe del dispositivo. Mentira. El jefe del dispositivo todo lo más que puede hacer es dar su opinión desde el punto de vista técnico, sin embargo, y ejemplos de ello hay para dar y tomar, la decisión final corresponde al protegido que es quien toma la determinación de irse o de quedarse.
Todos aquellos que vivimos en las queridas provincias vascongadas en los años que llaman del plomo, sentimos que la zarpa asesina de esos con los que ahora pactan los sociatas, con el sátrapa a la cabeza para mantener la poltrona, nos rondaba en cada esquina, al salir de casa o en cualquiera de los servicios que teníamos que acometer, sin embargo, allí seguimos dando la cara y aguantando el tipo, pese a dejar, a nuestro lado, a muchos compañeros que entregaron su vida por España.
La historia de nuestra Patria está escrita por valientes no por cobardes. Está escrita por los que han sabido dar la cara en los peores momentos, aunque en ello les pudiese ir la vida. Los cobardes jamás escribirán un solo renglón ya que su cobardía es razón más que suficiente para merecer todo nuestro desprecio.
Hoy, hemos visto a un hombre y a una mujer. SS.MM. los Reyes, que han sabido dar la cara y aguantar, con estoicismo, la justa indignación de su pueblo, y, por contra, la actitud de un cobarde despreciable que tan solo ha sabido escapar y correr a esconderse para evitar escuchar lo que la mayoría de los españoles pensamos realmente de él.
Hoy, en Valencia, no estaba la prepotente “picotuda” ferrolana, ni tampoco “uropa” con sus gestos barriobajeros. Tampoco estaban los demás, como no lo estaban los lameculos de la bancada sociata y sus pestilentes socios de gobierno. Tal vez, deberían replantearse, de una vez por todas, quien es el adorado líder al que profesan esa suerte de amor ciego que les impide ver la realidad de una España que se hunde, de una España que ni siquiera puede afrontar, con plenas garantías, una situación como la que, desgraciadamente, están viviendo nuestros compatriotas de Valencia.
Por cierto, nos gustaría que alguien nos explicase algún día la relación de estos tristes y luctuosos sucesos, con la demolición de presas y saltos hidroeléctricos que venimos sufriendo de hace tiempo.
En cuanto al sátrapa y a todos los sociatas y a los que todavía los votan que no olviden que el mayor deshonor es vivir siendo un cobarde.
¡Sánchez, vete ya y para siempre!
Eugenio Fernández Barallobre (ÑTV España)