La actual Presidencia de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, inspirada u obnubilada por sus dogmatismos más cutres, ha dado el pésame por el drama de la gota fría de Valencia (158 muertos por ahora) señalando el cambio climático como su causa inmediata. Viniendo de un político al uso, ya sabemos que son estulticias baratas, simplicidades de una mente poco nutrida.
Lo dice y lo airea públicamente porque cuenta con una parte de la población que “cree” con fervor religioso que eso es así y es su credo. Tiene a sus creyentes. Sin el respaldo de esos nuevos devotos y creyentes, seguramente su enunciación ‘científica’ habría producido mofa e hilaridad general.
No es nuestra función solucionar los problemas de ignorancia ignominiosa de una población creyente y corrompida que se refugia, con sus miedos, en su nuevo apocalipsis telúrico de postín. Porque se complace en su ignorancia, es relapsa y se niega a saber. No hay un clima sino varios. No es el clima algo estático, sino que hay cambios climáticos. No perdamos el tiempo.
Todo hay que decirlo. Nuestra comprensión de la dinámica climática actual se basa en modelos diseñados por ordenador. Un modelo no es la realidad. La capacidad de representar el comportamiento de los ciclos y de los fenómenos climáticos solo puede ser eficaz bajo dos condiciones: 1) que los datos obtenidos sean fiables y 2) que sean tratados con programas que no generen modelos de cálculo con sesgos o desvíos interesados, es decir que no soslayen los vigentes criterios objetivos, de ensayo y error, etcétera. Dos imposibles actuales.
En estos momentos no es así. Los motivos son múltiples, pero básicamente dos: primero, la investigación que financia los análisis sobre el clima solo avala aquellos programas científicos que justifican la hipótesis del ‘cambio climático. Segundo, entre la comunidad científica se ha conformado un falso ‘consenso’ pseudocientífico sobre el denominado ‘cambio climático’ (lo que antes fue el calentamiento global, etcétera), lo que proscribe cualquier disidencia.
Todos los modelos de los ‘calentólogos’ y su explicación resultante, se apoya en considerar que la única causa del cambio climático (así, en singular) sería la actividad humana como consecuencia de la emisión de CO2 en la atmósfera (ahora ya no se distingue entre los países industriales y los que no lo son).
Pues bien, los cambios climáticos tienen sus causas en multitud de variables siendo las menos importantes las de origen antrópico y la más, como siempre ha sido, las que producen una combinación de los factores heliofísicos (astronómicos y planetarios de los cambios climáticos: ciclo de Milankovitch, radiación solar y cósmica, dinámica de las placas, vulcanología, etcétera) y de la química y física del agua, de la tierra y del aire de nuestro planeta (¿volvemos a los primeros presocráticos?). No podemos entrar en mayores consideraciones.
Al respecto, como prognosis, solo un par de consideraciones que conviene añadir:
-Conforme al comportamiento de los ciclos geológicos y climáticos del planeta, resulta concluyente la aparición de otra época glacial, inevitable e independiente del porcentaje del CO2 que exista en la atmósfera;
-Con más inmediatez: es previsible que durante la transición de la década de los años 20 a los años 30 del actual siglo, aparezca un nuevo periodo de sequía seguido, pocos años más tarde, por fríos invernales y nevadas extremas (cifra: pág. 133 Ortega, Saénz y Uhlig, Cambios Climáticos, Aulamagna, 2024).
Regresemos a la gota fría del 29 de octubre de 2024. No vamos a describir el fenómeno meteorológico, suficientemente conocido. Nos interesa resaltar un aspecto central: ¿ qué sucede cuando los cauces de los ríos son alterados y, por exigencias de una pluviosidad extrema, las aguas concentradas en determinadas zonas, por saturación, discurren como corrientes abajo salvajes y descontroladas?
Centrémonos en estas cuestiones que sería conveniente reseñar:
-El bestial crecimiento urbanístico del levante español ha supuesto la impermeabilización del territorio de las cuencas y la sustitución de huertas y terrenos agrícolas que absorben e infiltran el agua pluvial por pavimentos y cubiertas impermeables que la escupen.
–La gota fría del año 1957: En 1957 solo la ciudad de Valencia tenía suficiente masa crítica poblacional para que allí se produjeran las víctimas. Y el cauce del Turia acogió menos caudales de los que hubiera acogido el pasado 29 de Octubre de 2024 por esa mayor capacidad de infiltración.
Veamos una comparativa de las precipitaciones caídas en la misma zona:
=En el año 1957, sin que existan datos definitivos, se estima como media de precipitaciones 630 l/m2 en 48 horas;
= El año 2024, según la AEMET, el pasado 29 de octubre la media ha sido de unos 300 l/m2 en 48 horas (Chiva 491 l/m2, Utiel 300 l/m2, etcétera).
¿Qué hubiera ocurrido si las precipitaciones del martes hubieran alcanzado valores superiores a los 300 l/m2, digamos, los 630 l/m2 de media en la zona afectada del año 1957?
-Encima del terreno impermeable está la gente. Hay mucha más en la cuenca, no solo en Valencia capital sino en toda su conurbación. Luego a más población más víctimas. Esa conurbación no está protegida por un gran encauzamiento porque solo la atraviesan pequeños torrentes. Y en ellos radica el problema.
-Sus cauces sucios reducen la velocidad del agua, aumentan su altura y desbordan por las calles. Lo que la corriente arrastra, cañas y barro, tapona puentes, pasos inferiores de autopista y sobre todo cauces de barrancos entubados bajo los pueblos. Ese es el problema.
–No debe construirse en las zonas inundables del curso de los ríos. No debe construirse en las zonas inundables del curso de los ríos. No se ha respetado siempre este principio porque en las zonas no inundables ya hace mucho que está todo ocupado. Solo quedan las inundables y para protegerlas hay que encauzar, limpiar constantemente o regular con embalses
-Es evidente que el compartimiento humano e influye negativamente en el comportamiento de los fenómenos naturales. Y no me refiero, evidentemente, a actividades con impacto en el medio físico (construcciones de infraestructuras, crecimientos descontrolados de ciudades, intensidad de la agricultura y ganadería, impacto de las industrias, etcétera).
El mayor impacto, nefasto, sin paliativos, es el que procede de una las peores ideologías que ha parido la posmodernidad: el ecologismo concebido como política de enésima categoría y neo dogmatismo científico, cuyas propuestas políticas de intervención convulsionan negativamente el medio natural y humano (esta ideología ‘culpa’ de todos los males que ocurren en el medio al Hombre olvidando que el Hombre es también un ser natural integrado total y perfectamente en eso tal idolatrado que denominan Naturaleza).
–La política sobre las presas de embalse. Las presas de embalse son y ha sido siempre reguladores de los caudales de los cauces de los ríos y de sus cuencas hidrográficas.
El agua embalsada, como recurso natural, constituye una fuente de provisión de agua dulce para las actividades humanas (agricultura, industrial, agua doméstica, etcétera), un almacén de energía cinética que aprovechan las centrales hidroeléctricas para producir electricidad (renovable) pero también controlan los flujos del agua corriente abajo evitando daños en infraestructuras y patrimonio de los particulares.
En The Objetive del día 31 de octubre escribía el ingeniero Luis del Rivero (El cambio climático no tiene nada que ver con la tragedia) lo que transcribo:
“… Por lo tanto, es claro que lo primero que hay que tener presente es que estos fenómenos nada tienen que ver con el llamado cambio climático pero sí es muy importante hacer un análisis sobre las consecuencias que vienen trayendo desde hace ya más de 40 años las posiciones hiperecologistas sobre la seguridad de los bienes y las personas en la zona mediterránea (…) El plan de demolición de azudes no es lo fundamental, sino la concienciación que se intenta introducir en la opinión pública sobre el estado de algunas presas en servicio, éstas ya de notable utilidad para la sociedad, y que confundiendo el plazo de concesión de las instalaciones hidroeléctricas que lleve aparejadas con el estado de la presa, comienzan a crear opinión de que en una segunda etapa se deberían comenzar a demoler presas de utilidad importante por cuestiones de seguridad de las ciudades situadas aguas abajo de las citadas presa …”
No podemos extendernos más.
Hay que aceptar cual es el actual modelo económico y social de levante y la deriva de sus consecuencias. Y hay que adaptarse a lo que periódicamente provoca la naturaleza porque ella no tiene sentimientos y así seguirá siendo como resultado de la acción de TODOS los políticos de los calentólogos y de sus creyentes. Ahora allí, en el levante español, en general, se vive mejor que nunca, aunque Benidorm sea muy feo o Cullera la playa de los madrileños. Pero nada sale gratis.
A protegerse y adaptarse y, si es posible, sin esas ideologías reaccionarias, simplistas y no científicas como son el ecologismo, las del cambio climático, etcétera. Proporcionarán consuelo a los creyentes, una explicación a muchos que se niegan a aceptar esta situación y que somos naturaleza también). Deberíamos abstraernos de sus falsas creencias, pero, sobre todo, de las intervenciones y actuaciones negativas que provocan contra el medio y el conjunto de nuestra especie. Así nos va.
José Sierra Pama (ÑTV España)