La película Barbie contiene tantas referencias y juegos interpretativos sobre el feminismo que invita a eso que los americanos llaman overthinking. Pasarse de rosca buscando sentidos a lo que quizás solo sea una comedia con algunos momentos divertidos.
Que el marco es feminista no es mucho decir. Casi todo lo es ya. Pero no parece mayor que en cualquier otra cosa. En algún sentido, es difícil no ver, por ejemplo, cierto sentido autoparódico en la película. Hay soflamas y arengas de inequívoco feminismo, pero en general parece una forma de a) divertir dentro de lo correcto, b) cumplir a la vez con el propósito comercial de actualizar y reinterpretar la muñeca Barbie.
La muñeca se convirtió desde su inicio en algo consumista y femenino que quizás casaba bien con el feminismo liberal: extrema femineidad rubia e inserción profesional de la mujer. La muñeca ingresaba en la esfera del trabajo y el consumo, y a cambio de esa ‘conquista’ (victoria de muchos, quizás) conservaba un canon de belleza rendido a lo masculino.
Lo que, para entendernos, Aznar llamó la mujer-mujer, como si la mujer a secas no fuera suficiente. La mujer más el ornamento. (En España la mujer-mujer era Norma Duval. La Barbie sería una Norma Duval anglo mezclada con Mortadelo).
El feminismo izquierdista clásico es, más que feminismo, ‘mujerío’ o mujerismo. Lo femenino parece una aureola cultural construida con la que se produjo una segunda ‘liberación’ de nuevo paradójica. Una transacción. La mujer, con el modelo de la mujer-mujer o muñeca femenina como referente, ya estaba inscrita en el capitalismo, había pasado del hogar patriarcal a la empresa (rendida al CEO) y ahora la mujer se enfrenta (guía, sufre) a una nueva revolución en la que lo que se libera es esa condición de lo femenino, que es siempre algo negociadamente masculino (sujeto a la mirada masculina).
Lo femenino, que es lo que atesoraba Barbie, modelo absoluto, se convierte en algo fluido y universalizable y lo que decide la condición de mujer. Lo femenino asalta el feminismo por encima del mujerío-biológico. Y eso femenino rompe su blindaje y liberado se hace apropiable a la vez por los hombres.
Por eso tiene algo de sentido, o quizás no, pero algunos se lo han buscado, el final de la película, cuando Barbie baja al mundo real para dejar de ser mujer ideal (en el mundo platónico de lo femenino) para asumir su condición real femenina, es decir, de mujer real, instada, no lo olvidemos, por un presentimiento de la muerte y, por tanto, por una crisis existencial o un espasmo espiritual.
La realidad del ser abre a Barbie (lo femenino puro) y la obliga a salir del mundo esférico de lo ideal para ir a lo real, lo femenino-real, que empieza, y aquí está la gracia, por ir al ginecólogo.
Así acaba Barbie, yendo al ginecólogo. Con la muñeca renunciando al (perdón) mítico coño de muñeca por una genitalidad real. Su ser mujer se abre a la genitalidad y a la realidad biológica («Las niñas tienen vulva»).
¡Barbie invierte el camino! No es hombre que conquista lo femenino vía cirujía plástica, sino lo femenino conquistando lo mujeril, esto es, lo femenino pleno y biológico, visitando al ginecólogo.
No va al ginecólogo para, aspirando, sintiendo o deseando lo femenino, hacerse mujer construyendo una genitalidad.
Va al ginecóloco para, poseyendo lo femenino, encarnado en ella como constructo cultural-consumista-deseable, hacerse mujer revelando la genitalidad.
¡Barbie hace el viaje de vuelta! ¡Barbie se hace trans al revés! Es lo femenino codiciado por el hombre conquistando lo mujeril pleno, y digo pleno porque es un movimiento: 1) primero espiritual, 2) segundo genital, «coñístico».
Por tanto, no está tan claro lo feminista de Barbie. Lo es, sin duda. Ya nada puede no serlo puesto que la mujer domina el mercado (hasta Vox ha acertado y Abascal ya ofreció en el debate un mensaje hacia y para la mujer que puede competir con el feminismo, una especie de posible primer paso a un ‘feminismo posliberal católico-securitario’) pero no nos despistemos: Barbie es una película que se desarrolla en un marco feminista, pero no es especialmente agresiva y nada revolucionaria. Al revés. Parece buscar un espacio propio no de vanguardia. O alguna forma de acuerdo entre facciones rosas y moradas.
La muñeca se actualiza con la película. La empresa Mattel la actualiza. Lleva su viejo icono para niñas al momento actual haciendo contrastar el ideal Barbie con el mundo real patriarcal y al mirarlo así asume desde luego una diagnóstico feminista, pero luego ¿qué propone?
Liberado ya lo femenino como una fuerza capitalista y política a la que acceden los hombres (el tacón, lo rosa, lo sexi, la silueta, un orden tiránico bonito, la felicidad naif de las amigas, pellizcar un cupcake…), Barbie busca un lugar de acomodo en lo real asumiendo algo más que su feminismo-femenino.
En ese mundo dominado por cánones estéticos, por formas, por modelos inertes, donde todo se supedita al tacón y a la belleza estereotípica, recibe ondas del mundo real, que es un mundo de sufrimientos económicos, agobios (la madre trabajadora), también ondas interseccionales woke (la mirada de niñas racializadas no tan normativas), pero también una voz de calidez y empatía (la mirada de la mujer mayor) y una voz espiritual, una angustia existencial, un estremecimiento vital asociado hondamente al ser mujer: es la Barbie con pensamientos sobre la muerte. Es un proceso de humanización.
Ella siente la experiencia de ser mujer. La cadena maternal, el tiempo, una especie de integración virginal-democrática de todas las mujeres, el «I’m every woman, it’s all in me» de Chaka Khan/Whitney Houston. La Barbie se humaniza, con todo lo que eso significa, y de ese contraste con la realidad existencial surge la Barbie nueva y ginecológica.
De ahí sale una Barbie nueva, evolucionada, síntesis (esa actualización es la campaña de Mattel), más humanizada, más en lo real, actualizado ese feminismo rubio y liberal-profesional inicial de los años 60 en otra cosa más amplia, que no necesita ultrafeminizarse sino que se desfeminiza un poco. O se mujeriza más bien. Se hace mujeril.
Es aquí donde Barbie, más mujer, no mujer-mujer sino mujer-ser, parece mandar un mensaje menos agresivo del que se pinta. ¿No entra Barbie en alguna forma de posfeminismo? Ella, la Barbie-estereotipo se baja del estado ideal y se hace humana, mortal, repartida entre todas las mujeres, sintiendo como médium la experiencia de ser mujer y asumiendo su forma mortal ginecológica. La Barbie se cristifica (dicho sea con el mayor respeto) paródicamente y lo femenino ideal desciende y se hace mortal-ginecológico. Está (re)definiendo lo que es ser mujer.
La película, claro, tiene tantas posibles miradas que se entiende de modos muy distintos. Ahí fue Yolanda Díaz, por ejemplo, a verla y hacerla suya cuando Barbie hace quizás decía lo contrario. Porque el feminismo de Yolanda Diaz es feminismo-feminista, feminoide, estereotipo Barbie, la Barbie-ministra de izquierdas: va de rosa, se hace rubia, se pone joyitas, se hace cuqui, sexi, y cierra los ojitos al reír y dar abracitos (innovación de Díaz en la política española: el abracito con ojos cerrados).
Diaz, con Duval de portavoz de feminismos, pujan por un feminismo-femenino-feminoide encerrado en el asalto libre a un código cultural que posee Barbie, y por eso Yolanda Díaz tiñe su feminismo de rosa Barbie. Pero la muñeca (Margot Robbie) de la película hace lo contrario: se aleja del mundo codificado rosa e ideal y se va a la realidad ginecológica. Transciende lo femenino hacia el ser-mujer yendo al ginecólogo.
La pregunta de la campaña que quedó sin contestar: qué es una mujer, la podría responder Barbie como la respondió una vez La Veneno: «Yo me siento mujer, me siento muy femenina, pero yo no soy mujer. Mujer es mi madre, que tiene matriz».
Mujer es (se engendre o no, se pueda o no) la generadora, la que tiene ‘matriz’. Lo maternal define a la mujer: su cuerpo, su ciclo vital, sus edades, su ciclo mensual, su forma de sentir y amar…
La Barbie, icono de lo femenino, transciende, ella sí, trans de lo trans, lo femenino que atesora para ir al ginecóloco superando su coño de muñeca. Cuando las Yolandas/Duvales van, Barbie vuelve. Parece un feminismo conciliador y, si acaso, un feminismo mujeril coñístico.
Hughes (La Gaceta)