Las vacaciones que Pedro Sánchez disfruta en Marruecos junto a su familia han vuelto a ofrecer nueva materia para el debate en relación a las actividades, en las que, dada su condición, se entreveran lo privado y lo público.

Aunque recientemente se ha archivado el caso Pegasus, resulta, cuando menos, inquietante, que el aspirante a seguir pernoctando a la Moncloa, el mismo que, en relación al Sáhara Occidental, se ha alineado con la estrategia expansionista marroquí, haya decidido vacacionar en un Marruecos que manifiesta indisimuladamente su intención de hacerse con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla e incluso con el archipiélago canario, de cuyas ricas aguas ya se ha apoderado en gran medida.

La pasión marroquí de Sánchez viene a dar continuidad a una tradición socialista iniciada por Felipe González, que hace más de dos décadas ya fue agasajado por Hassan II. A González le siguieron destacados socialdemócratas como José Luis Rodríguez Zapatero, Miguel Ángel Moratinos, Trinidad Jiménez o María Antonia Trujillo, firme partidaria de entregar Ceuta y Melilla a Mohamed VI. A los actos y declaraciones públicas de estas figuras se une la actividad promarroquí del PSOE y de una serie de partidos minoritarios y asociaciones que objetivamente trabajan al servicio de Marruecos.

El proceder donjulianesco de todo este entramado responde, recordémoslo una vez más, a los postulados enunciados en su día por Máximo Cajal. No hay, por lo tanto, nada de novedoso en el hecho de que estos profesionales de la monta de contradicciones, pues a nadie se le escapa el carácter teocrático del reino de Marruecos, se plieguen gustosos a los objetivos trazados en Rabat.

Mientras Marruecos espera a que las ciudades caigan como fruta madura gracias a la fertilidad de las mujeres sometidas, Ceuta ha sido un escenario más de la pugna entre el PSOE y el Partido Popular, toda vez que Sánchez ha abortado cualquier posibilidad de gobierno de coalición para la ciudad de las siete colinas, dejando a Juan Vivas, que ya expresó su expreso rechazo a los votos de Vox, con la miel en los labios.

Anulada la posibilidad del maridaje bipartidista, víctima de estrategias de mayor escala, a Vivas sólo le queda la opción de cortar su cordón sanitario contra Vox o echarse en brazos del Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía y de Ceuta Ya, partidos netamente promarroquíes.

Ambas posibilidades están, sin embargo, conectadas de diferente modo con las mezquitas, controladas y financiadas por Marruecos, según reconoció en su día el Ministerio de Asuntos Islámicos. El pacto con Vox exigiría cumplir lo reclamado hace dos años: impedir la presencia de imames al servicio de Marruecos en las mezquitas de Ceuta, iniciativa contra la que votó el Partido Popular.

En estas circunstancias, todo conspira para que el Partido Popular se eche en brazos de Fátima Hamed y de Mohamed Mustafá, quienes, sin duda, están en sintonía con Abdelmalik Mohamed, delegado de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas en Ceuta, que ha manifestado su expreso deseo de que las mezquitas ceutíes sigan gestionadas desde Rabat, lugar donde tiene su trono Mohamed VI, príncipe de los creyentes.

Iván Vélez (La Gaceta)

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Política,

Última Actualización: 13/06/2024

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