En la jornada de este domingo, nuestro país someterá a examen el Gobierno de Pedro Sánchez. Las urnas decidirán si el PSOE se mantiene en el poder, con el apoyo imprescindible de sus socios parlamentarios, o si, por el contrario, se opta por un cambio que ponga fin a los cinco años de hegemonía socialista.

No han sido unos años cualesquiera en la historia de nuestra democracia ya que, durante este tiempo, hemos visto cómo se han erosionado las instituciones, la palabra pública, la separación de los poderes del Estado y la convivencia entre españoles.

La primera gran anomalía vino determinada por los compañeros de viaje del Partido Socialista. Fue Sánchez quien libremente optó por convertir a Pablo Iglesias en vicepresidente del Gobierno, sumando al Consejo de Ministros a una fuerza política que se marcó como misión explícita romper con lo que denominó el «candado del 78».

No disimularon y durante estos años hemos visto a los ministros de Unidas Podemos quebrar algunos consensos básicos de nuestro pacto de convivencia. Durante este tiempo hemos constatado, también, cómo el Estado se ha desposeído voluntariamente de recursos legales para poder protegerse de desafíos separatistas como el perpetrado en 2017. Los indultos, la derogación del delito de sedición y la rebaja de penas por malversación quedarán como hitos funestos de nuestra historia política reciente.

El Gobierno de Pedro Sánchez es el contexto en el que se hizo posible que una exministra pasara a ser fiscal general del Estado y que un exministro fuera nombrado magistrado del Tribunal Constitucional. La separación de poderes no sólo se ha debilitado formalmente, sino que durante estos años de presidencia de Sánchez nos hemos enfrentado al hecho insólito de que una ministra del Gobierno de España llamara machistas a los jueces o que tildara de propaganda fascista la cabal previsión que se hizo de su fallida ley del ‘solo sí es sí’, que ha servido para aminorar las penas de delincuentes condenados por delitos gravísimos contra la libertad sexual.
No es patrimonio exclusivo de la ministra Montero el haber señalado a profesionales de la judicatura, sino que el propio presidente Sánchez ha inaugurado usos de dudosa calidad democrática como son el señalamiento de periodistas, empresarios o ciudadanos concretos por su nombre y apellidos. Este trato insólito con quienes legítimamente decidieron criticar la gestión de su Ejecutivo contó, también, con un veto específico a este diario a la hora de cubrir los viajes del presidente.

El balance de esta trayectoria de Gobierno resulta fallida incluso desde los propios presupuestos ideológicos de los socialistas. Causas históricas como el feminismo o el Sahara han quedado saldadas en una estrategia cortoplacista centrada en la supervivencia política del presidente. Nuestra frontera se ha enfrentado a una de las crisis humanitarias más graves derivadas de una protección negligente de la valla de Melilla sin que, hasta la fecha, se hayan podido depurar responsabilidades.

A partir de estos precedentes, España tiene ante sí la oportunidad de clausurar una etapa aciaga y procurar el surgimiento de una alternativa política capaz de recuperar la institucionalidad y la concordia entre españoles. Para ello, se hace imperativo activar una agenda de regeneración política. Es una responsabilidad civil facilitar una alternativa de gobierno que despolitice aquellos cargos que, aun siendo de libre designación, requieren ejercerse con autonomía e independencia. Mejorar la transparencia y la rendición de cuentas o desvincular los nombramientos estratégicos del Estado de los ciclos políticos debería convertirse, también, en una prioridad.

España tiene, ante sí, varios desafíos determinantes. El primero de ellos es la protección y custodia del pacto de convivencia expresado en nuestra Constitución, pero la vertebración de nuestro territorio, la protección del pacto social, la generación de riqueza y el fomento del emprendimiento, la educación, la cultura, la seguridad y defensa, la transición ecológica justa, el establecimiento de un plan hidrológico y la garantía de nuestro sistema de pensiones serán, sin duda, frentes en los que apenas cabrá un margen para el error.

En estas elecciones generales, cada uno de nosotros tendrá en su mano la posibilidad de cerrar el ciclo populista y de posibilitar una alternativa desde la que se pueda recuperar el prestigio y la dignidad de la labor política y en la que los principios que inspiran nuestra monarquía parlamentaria puedan quedar reforzados.

ABC

 

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Última Actualización: 13/06/2024

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