Estoy harta. Cansada de que los políticos apelen a mi condición de mujer para arrimar el ascua a sus respectivas sardinas. Asqueada de verme rodeada de anzuelos cada vez que se acerca una cita con las urnas y pretenden pescar en el caladero femenino.

Indignada ante la obscena utilización que hace la izquierda de mi sexo, asumiendo que por el mero hecho de ser lo que soy debo profesar su ideología. Hastiada de consignas huecas. ¡Basta ya! Déjennos en paz a las mujeres todos los partidos y céntrense en resolver los problemas acuciantes que sufre la sociedad, a menudo por causa de sus errores e indecencias.

No somos seres desvalidos necesitados de tutela. No formamos un conjunto homogéneo de muñecas manipulables. No nos tomen por imbéciles.

Mañana, 8 de marzo, alcanzará su cénit la interminable campaña orquestada en torno a este Día de la Mujer que ni siquiera debería existir si de verdad tuviéramos interiorizado el concepto de igualdad. ¿O acaso conmemoramos un Día del Hombre? Mañana, qué paradoja, se declararán en huelga muchas mujeres que aseguran luchar por los derechos de sus congéneres, empezando por el que abre las puertas al trabajo remunerado, única garantía sólida de independencia real.

La inmensa mayoría de ellas no arriesgará absolutamente nada, por tener el puesto y el salario asegurados o bien por estar a cargo de sus papás y mamás. Aún así, harán gala de feminismo militante negándose a ejercer una potestad que costó siglos conseguir a quienes nos precedieron en el tiempo y que en otros lugares del globo, por ejemplo en gran parte del mundo islámico, sigue vedada a millones de mujeres cuya opresión rara vez es objeto de denuncia por parte de nuestras «libertadoras».

Mañana oiremos incontables discursos victimistas y reivindicativos pronunciados por niñatas ingratas, cuya ignorancia despreciará el esfuerzo de quienes llevamos décadas hablando menos y haciendo más. Mañana habrá quien diga simplezas como que «nos matan por ser mujeres», porque nos hemos pasado de frenada hasta caer en lo grotesco.

En lo que a mí respecta, me niego a formar parte del espectáculo y rechazo de plano la caricatura. Hay mujeres inteligentes y mujeres estúpidas. Mujeres valientes y mujeres cobardes. Mujeres trabajadoras y mujeres vagas. Mujeres sinceras y mujeres mentirosas. Mujeres fuertes y mujeres débiles. Mujeres asesinadas y mujeres asesinas, como la candidata de Podemos al Ayuntamiento de Ávila.

Abandonemos de una vez los estereotipos, evitemos el pendulazo consistente en santificar en bloque a media humanidad con el objetivo pueril de compensar pasados agravios y pongámonos a la tarea de facilitar la vida en lo posible a todos cuantos hemos de compartir este mundo.

No parece tan complicado. Se trata simplemente de remar juntos en la misma dirección, sin prejuicios ni imposiciones, construyendo juntos, apostando por la verdaddera igualdad en derechos, deberes, oportunidades y responsabilidades.

Por supuesto que falta mucho por hacer en España, sobre todo en el terreno de la conciliación, si queremos un futuro distinto al inmenso geriátrico que se cierne sobre nuestras cabezas. No lo evitaremos desatando una virulenta guerra entre sexos con fines partidistas de corto plazo. La demagogia barata nunca ha resuelto problemas.

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Última Actualización: 13/06/2024

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