Los gobiernos de coalición PP-VOX han derogado las leyes de Memoria Histórica de las Comunidades autónomas de Aragón, Castilla-León y Valencia. Por ello la izquierda radical, ignorante o cómplice de los crímenes del marxismo está que se sube por las paredes. La derecha española no tiene reticencias para señalar al Nazismo como un régimen de terror deleznable.

Por el contrario, la izquierda española no se afana en denunciar al Estalinismo, titubea ante el golpe de Estado que dio Lenin en 1917 contra el gobierno democrático provisional de Kerensky, le tiembla el pulso para condenar al comunismo de Castro, que mantiene a Cuba bajo la dictadura desde 1959, no quiere repudiar la boina del Che Guevara y, sobre todo, es muy reacia a condenar al Marxismo, como la ideología criminal que es.

Ayer, el día 1 de abril, se cumplieron 85 años desde que Franco proclamó su victoria militar con el conocido bando “cautivo y desarmado el ejército rojo las fuerzas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La Guerra ha terminado”

A partir de esa fecha, además de juzgar los crímenes del lado rojo en causas que detalla Miguel Platón en su reciente libro “La represión en la posguerra”, Franco empezó un proceso de reconstrucción de una España que tenía una estructura económica y social, que no tiene nada que ver con la de hoy, y tenía la industria y las infraestructuras desechas por la guerra.

Especulemos un poco. ¿Qué hubiera ocurrido entonces si el 1 de abril de 1939 los rojos hubieran derrotado a Franco? Eran los mismos que dieron el sangriento golpe armado de 1934 contra la República española, los mismos que en la zona roja asesinaron a 6.832 sacerdotes, religiosos y religiosas, los mismos que crearon las numerosas checas, donde se interrogaba, torturaba y ajusticiaba al margen del Poder Judicial legal de la República, siguiendo los patrones del comunismo soviético.

Apenas cinco meses después de la victoria del lado nacional, en septiembre de 1939, Alemania y la Unión Soviética invadieron Polonia y dieron lugar a la II Guerra Mundial, en la cual Franco, con astucia, logró mantener a España neutral. Pero, ¿ qué habría ocurrido si, el 1 de abril de 1939, el derrotado hubiese sido Franco? Obviamente un radical Frente Popular, impregnado de marxismo revolucionaria habría tomado el poder.

¿Habría mantenido a España neutral o se habría aliado con Stalin? Es probable que, de momento, no hubiesen movilizado al ejército ya que Hitler y Stalin iban de la mano, pero ¿ qué hubiera pasado en junio de 1941, año y medio después, cuando Hitler atacó a la Unión Soviética? Es obvio que la España, gobernada por el Frente Popular, habría entrado en la Segunda Guerra Mundial contra la Alemania de Hitler.

¿Qué hubiera pasado, después, tras la derrota de la Alemania nazi en 1945? En ese año, Stalin se apoderó de todas las naciones de Europa del Este y les impuso su comunismo. Es razonable pensar que el Frente Popular que gobernase España, se habría radicalizado aún más después de 1945 y hubiese llevado a España a transformarse en una dictadura del proletariado, siguiendo el camino de todos los países del este de Europa: Bulgaria, Rumania, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Albania, Letonia, Estonia, Lituania y Alemania del Este. El Frente Popular habría transformado a España en una república de los soviets, una república comunista, satélite de Stalin.

Afortunadamente, eso no pasó. La trágica realidad fue que el lado demócrata de los vencedores, Estados Unidos e Inglaterra, no se atrevió a enfrentarse a Stalin y le dejó que implantara, en todas esas naciones, sangrientas y totalitarias Repúblicas marxistas, siguiendo el modelo que Lenin había aplicado en 1921.

De forma similar, Estados Unidos e Inglaterra no habrían movido un dedo para impedir que una España republicana, cuyo ejército y policía habían caído durante la Guerra Civil en manos de los comisarios políticos comunistas, hubiera seguido el totalitario y criminal camino de las “democracias populares” de Europa del Este.

¿Cuál hubiera sido el desenlace posterior? En 1975, Franco dejó a su muerte, tras 36 años de dictadura, una España con un próspero desarrollo económico y social, aunque carente de las libertades democráticas de expresión y elección que muchos anhelábamos.

Sin embargo, no ocurrió lo mismo, en 1989, catorce años después, en los países de Europa del Este, cuando gracias a la tolerancia de Gorbachov, pudieron desprenderse de la opresión comunista que había dejado a sus naciones en la ruina económica y a sus sociedades en un nivel de adoctrinamiento tan fuerte que aún hoy, casi 40 años después, pesa en las conductas de muchos de sus ciudadanos.

A pesar de esas realidades, muchos españoles, que se tildan de demócratas, tienen muchos escrúpulos a reconocer que fue preferible que Franco ganara la guerra a que la hubiera ganado el bando rojo. Pertenezco a esa generación que vivió en tiempos de Franco y que éramos antifranquistas porque no nos gustaba la carencia de libertades.

Sin embargo, fuimos los mismos que dimos en 1977 y 1978 la victoria aplastante a Adolfo Suárez, ex Secretario General del Movimiento. No quisimos la Ruptura, optamos por la Transición, y creímos que el espíritu de Reconciliación que la inspiró dejaba atrás una Guerra Civil que todas las personas de buena fe lamentamos.

No obstante, la izquierda siguió esgrimiendo, cada vez con más intensidad la bandera del antifranquismo, lo que a la recíproca equivalía a exaltar al bando rojo. La derecha se acomplejó y no se dio cuenta de que las concesiones sucesivas al antifranquismo nos llevaban de vuelta al guerracivilismo. Felipe González en 1979, forzó al PSOE a eliminar al marxismo de los estatutos del partido que cien años atrás había fundado Pablo Iglesias, asumiendo la doctrina de Marx y Engels.

Pero la derecha en lugar de enfatizar esto y subrayar que Franco con su victoria impidió la aplicación de la doctrina marxista, siguió cediendo y, en los últimos tiempos de González, calló ante la aprobación del Real Decreto 39/1996, de 19 de enero, sobre concesión de la nacionalidad española a los combatientes de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española.

No fue capaz de argumentar que, en un contexto de buena fe, no estaba mal reconocer a los extranjeros que derramaron su sangre en nuestra española Guerra Civil pero que no podía ser tan solo a las Brigadas Internacionales del bando rojo, sino que también habría que incluir a los alemanes de la Legión Cóndor y a los italianos del Cuerpo de Voluntarios que participaron en el bando nacional.

En 1996, la derecha llegó al poder con Aznar y se concentró en impulsar la economía, que había fracasado en la última legislatura de González, así como en enfrentarse valientemente a ETA a la cual estuvo a punto de derrotar policialmente. Pero se olvidó del tema ideológico y no supo combatir la presunta superioridad moral e intelectual de la izquierda que, al amparo de ello, ocupaba cada vez más las Universidades y los medios de comunicación.

Después, en 2004, vino Zapatero quien tomó el camino de una ruptura total con la derecha “heredera del franquismo”. Elevó al plano jurídico la lucha ideológica al aprobar, en diciembre de 2007, la Ley de Memoria Histórica que descalificaba totalmente al bando nacional o franquista y que hacía aparecer al bando rojo como un demócrata, tolerante y respetuoso con las libertades frente al sanguinario bloque franquista.

En 2011 volvió la derecha al Gobierno, pero Rajoy, con su mayoría absoluta de 186 diputados, se contentó con dejar sin presupuesto la ley de Zapatero, pero no vio la necesidad de derogarla lo que era tanto como reconocer que era una ley correcta pero que, de momento, no había dinero para seguir impulsándola.

La derecha siguió tolerando las mentiras de la izquierda sobre Franco y la Guerra Civil, en vez de enfrentarse a ella por su pasividad o connivencia con los regímenes comunistas totalitarios y criminales que, conviene recordar de nuevo, no empezaron a caer hasta la caída del Muro de Berlín, catorce años después de la muerte de Franco, y que hoy siguen vivos en plenitud en muchos casos (Cuba, China, Corea del Norte) y en expansión en particular en las naciones hermanas de Iberoamérica (Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Perú, Chile, Brasil).

España se encuentra en un grave y difícil momento históricoHay que superar los prejuicios y hablar con datos para construir un futuro de reconciliación y convivencia. El futuro se debe asentar en la verdad y por ello son de aplaudir los acuerdos PP-VOX de derogar las leyes autonómicas de Memoria Histórica, de forma que se actúe sin sesgos y que se apoyen los estudios que ayuden a entender la verdad social e ideológica con datos y argumentos, como es el excelente trabajo que ha realizado Miguel Platón y que cité al principio de este artículo.

Es necesario denunciar con firmeza que en el que dejo claro que el Marxismo es una ideología criminal “Derrocar por la violencia el orden social existente”, “eliminación despótica de la propiedad” “dictadura del proletariado”. En gran medida por ignorancia, la izquierda sigue esgrimiendo la superioridad moral e intelectual de esa ideología y la derecha, probablemente también por ignorancia, calla para no parecer franquista.

Es necesario decir, en voz alta, y explicar que el Marxismo es totalitario y criminal pues los 30 regímenes marxistas que en el mundo han sido han desembocado todos en totalitarios y criminales regímenes comunistas.

También conviene resaltar que su doctrina económica principal, su biblia, El Capital, que muy pocos han leído, ha sido arrojado en la práctica al basurero de la historia por la China comunista, la cual desde 1978 empezó con Deng Xiaoping, un proceso de desarrollo económico basado en la introducción del mercado, la propiedad y la iniciativa privada, que eran los tres grandes pilares del Mal que Marx y Engels señalaban como causantes de la explotación capitalista.

Enrique Miguel Sánchez Motos (ÑTV España)

Categorizado en:

Sociedad,

Última Actualización: 13/06/2024

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